Se crió en medio del riguroso trabajo campesino; no fue a la escuela.
A los veintidós años entró al convento agustino de Santa María en Milán, y en él pasó treinta años de vida religiosa en el humilde oficio de Hermana mendicante.
En el convento, con grandes esfuerzos, apenas aprendió a leer y escribir. Sin embargo la Virgen le reveló en una visión cuál era el camino a seguir para aprender la ciencia divina que lleva a Dios:
1) La pureza del corazón.
2) La paciencia para con el prójimo, que no nos hace escandalizar de las culpas, sino que nos lleva a orar por los que las cometen.
3) La meditación diaria sobre la Pasión de Jesús.
Estos tres puntos, resumen la santidad porque llevan al alma a:
1-Ser toda para Dios (pureza)
2-Amar al prójimo
3-Amar a Dios
Para que se le grabara en la memoria esta enseñanza, la Virgen se las tradujo con simbolismo de colores: el blanco de la pureza, el negro de la paciencia y el rojo de la Pasión.
Aprendió la sabiduría divina sin haber abierto ningún libro de teología. Sor Verónica maravillaba a cuantos se le acercaban por la audacia de su doctrina. También tenía una clara intuición de las aflicciones de los demás. Sor Verónica, estaba en contacto permanente con la gente por el oficio que tenía de pedir limosna de puerta en puerta, pero ella daba más de lo que recibía: el pan que alimenta el alma.
Por petición de la Virgen, viajó a Roma a llevarle un mensaje al Papa, Alejandro Vl. El Papa (un gran devoto de la Virgen) la recibió amablemente y la escuchó con atención porque comprendió que se encontraba ante un alma privilegiada.
La beata Verónica gozó del don de la profecía. Anunció el día y la hora de su muerte. Expiró serenamente, el 13 de enero de 1497.
A los diez años de la muerte, León X le concedió el culto privado.
El Papa León X confirmó su culto en 1517.
(fuente: www.catolicos.org)
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