Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Nicasio Jonson nació en el castillo de Heeze en 1522. Su padre, Adriano, era ilustre por su honestidad de vida y sobre todo por su inflexible fe. Nicasio fue enviado por él una vez terminados sus estudios y alcanzada la edad, a la célebre universidad de Lovaina, donde por sus rápidos progresos en el estudio, obtuvo el bachillerato en filosofía y teología.
Después de haber meditado seriamente sobre sus posibilidades una vez laureado, decidió hacerse religioso. Ingresó en la Orden de los Hermanos Menores, donde se distinguió por su piedad y mortificación. Consagrado sacerdote, se dedicó al apostolado de la evangelización y de la enseñanza. Severa austeridad, continuos ayunos, asidua oración, éxtasis dichosos, dulces coloquios con el Señor fueron la síntesis de su vida.
Fue predicador persuasivo y asiduo, sus explicaciones bíblicas las hacía con expresiones fáciles y profundas, adaptadas a la mentalidad de los oyentes. Parecía que el Espíritu Santo lo inspiraba. Con inmensa tristeza veía expandirse el calvinismo, con la difusión de libelos difamatorios contra la Iglesia católica, contra el Papa, contra el dogma de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Para atacar estos errores decidió divulgar la buena prensa. Reunió libros de devoción y de catequesis, compuso otros él mismo, otros los tradujo al holandés. Ayudado por la caridad de bienhechores los imprimió y divulgó ampliamente entre las familias y el pueblo, con inmenso provecho espiritual de muchos, que abjuraban de los errores y retornaban a la Iglesia.
Nicasio también tuvo el don de profecía. En efecto, varias veces predijo graves calamidades que habían de golpear a su patria. Predijo la feroz persecución de los calvinistas contra sacerdotes, religiosos y fieles. Nadie podría sustraerse a ella sin renegar de su fe. A los débiles en la fe les sugería ocultarse o en sus propias casas o en los bosques. En cambio él, fuerte en la fe y confiado en la ayuda divina, no pensó ni en huir ni en ocultarse. Fue arrestado por los gueusos y llevado junto con los otros cohermanos al martirio, que para él se prolongó por varias horas. El verdugo llevó a cabo la infame ejecución en medio de la noche. El lazo mortal, en vez de apretarle la garganta, se le enredó en la cabeza, y el mártir tuvo que sufrir por largas horas el espantoso suplicio. Tenía 50 años de edad.
(fuente: franciscanos.net)
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