Clara vive con intensidad la fidelidad a la llamada de Dios a la vida contemplativa pero en realidad lo más grande en la vida de Clara Gambacorta es haber vivido el perdón que nos pide el Evangelio de Jesús. Es el amor al enemigo en grado heroico. Un perdón que es un don y a la vez tarea. Es maestra en ese perdón que nos asemeja al Padre Dios.
Tora (quizá la abreviatura de Teodora o Victoria) nació en 1362 de la noble familia Gambacorta de Pisa. Su padre Pedro un gran hombre y gobernante cristiano, conciliador, luchador de la paz.
A los siete años fue ya prometida al noble Simón de Massa con el que se casó a los doce para enviudar a los quince. La vida de matrimonio de Tora duró muy poco tiempo; tanto ella como su esposo fueron víctimas de una epidemia, en la que su marido perdió la vida.
Como la beata era todavía muy joven, sus parientes intentaron casarla de nuevo, pero ella se opuso con toda la energía de sus quince años.
Una carta de Santa Catalina de Siena, a quien había conocido en Pisa dos años antes cuando el padre de Clara llamó a Catalina a Pisa, la animó en su resolución.
Entonces Tora, en 1377, decidida a consagrarse a Dios se cortó los cabellos y distribuyó entre los pobres sus ricos vestidos y se acoge al Monasterio de San Martín de Pisa, de monjas Clarisas, tomando el nombre de Clara.
Fue sacada de allí a la fuerza por sus familiares, que la encarcelan y la someten a grandes presiones para quitarle sus propósitos de consagración a Dios. No le permitía su padre ir a Misa más que una vez cada cinco meses. Ahí estuvo Clara prisionera, pero ni el hambre, ni las amenazas consiguieron hacerla cambiar la resolución.
Cambió entonces su padre de actitud convencido por el obispo, Alfonso de Valdaterra, que era intimo amigo de la familia Gambacorta y había sido el último director espiritual de Santa Brígida de Suecia.
Pedro Gambacorta no sólo permitió a su hija ingresar en el convento dominicano de la Santa Cruz, sino que construyó el nuevo convento de San Domenico (En la segunda guerra mundial el convento fue seriamente dañado y las monjas se trasladaron al Palacio Serafíni en el que construyeron una nueva iglesia y lo adaptaron como convento. Allí están las reliquias de la Beata Clara)
La Beata Clara fue primero subpriora y luego priora del convento, del que partieron muchas de las santas monjas destinadas a difundir el movimiento de reforma en otras ciudades de Italia.
Hasta el día de hoy, se llama en Italia a las religiosas de clausura de Santo Domingo "Las hermanas de Pisa".
En el convento de la beata reinaban la oración, el trabajo manual y el estudio.
El director espiritual de Clara solía repetir a las religiosas: "No olvidéis nunca que en nuestra orden hay muy pocos santos que no hayan sido también sabios"
Clara tuvo que hacer frente, durante toda su vida, a las dificultades económicas, pues el convento exigía constantemente refacciones y nuevos edificios. A pesar de ello, en una ocasión en que llegó a sus manos una cuantiosa suma que hubiese podido emplear en el convento, prefirió regalar para la fundación de un hospital.
Las virtud en que más se distinguió fue, sin duda, como hemos dicho, el espíritu de perdón; practicó en grado heroico el perdón a que Jesús en el Evangelio nos llama.
Giacomo Appiano, a quien el Padre de Clara, Pedro Gambacorta, había ayudado siempre y en quien había puesto toda su confianza, le asesinó a traición, cuando éste se esforzaba por mantener la paz en la ciudad. Dos de los hijos de Pedro murieron también a manos de los partidarios del traidor.
Sin embargo, la beata perdonó de corazón a Appiano.
Años más tarde, cuando la viuda y las hijas de Appiano se hallaban en la miseria, Clara las recibió en el convento.
Su hermano murió asesinado frente a la puerta del convento, y la impresión hizo que Clara enfermase gravemente.
La beata sufrió mucho hacia el fin de su vida. Recostada en su lecho de muerte, con los brazos extendidos, murmuraba: "Jesús mío, heme aquí en la cruz". Poco antes de morir, una radiante sonrisa iluminó su rostro y bendijo a sus hijas presentes.
Murió el 17 de abril de 1419. Tenía, al morir, cincuenta y siete años.
Santa Catalina de Siena ejerció una profunda influencia en la Beata Clara.
Cuando en 1380 muere Catalina, Clara tenía 18 años y era monja dominica. Se habían conocido cinco años antes, en el 1375 cuando por pedido de Pedro Gambacorti (padre de Clara), Catalina había ido a Pisa para colaborar al entendimiento de los pueblos. Tora, cuando conoció a Catalina era una feliz y jovencísima esposa.
Pisa fue importante para Catalina, allí recibió los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo.
Se conservan dos cartas de Santa Catalina a Tora. En la primera la Beata Clara aún era una feliz casada. La segunda carta se la escribe en 1377, cuando Tora enviuda, para aconsejarle ingresar en la vida religiosa.
(fuente: www.dominicasorihuela.org)
otros santos 17 de abril:
- Santa Kateri Tekakwitha
- Beata Mariana de Jesús
- San Roberto de Chaise-Dieu
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