Nació en Edimburgo y era hijo de santa Margarita de Escocia y del rey Malcom III Canmore. A la muerte de sus padres, en 1093, él y sus hermanos marcharon a Inglaterra, donde se encargó de ellos su tía Cristina, monja del monasterio de Ramsey. Pero cuando su hermana Matilde se casó con el rey Enrique I de Inglaterra, David pasó a la corte inglesa para completar su formación.
Muerto su hermano Edgard, se le asignó el gobierno de la región de Cumbria, y a la muerte de su hermano Alejandro subió al trono de Escocia en 1124. Estaba casado con Matilde de Northumbria, lo que le había convertido en un barón inglés. Aunque no estavan bien delimitados los límites de los estados tuvo buenas relaciones con los daneses.
Durante el reinado de Esteban de Inglaterra se produjo una guerra civil y David entró en litigio. En 1135, conquistó varios castillos de la frontera y en los años sucesivos reinvindicó el condando de Northumbría e invadió Inglaterra septentrional. En el 1138, fue derrotado en Northallerton en la llamada "batalla del estandarte", pero consiguió un definitivo armisticio a cambio de Northumbría y de Cumbria. Pudo de esta forma regresar a su reino y dedicarse al bien de su pueblo.
Fue un rey justo, amante del buen orden que le dio una nueva estructura al sistema feudal del reino, introduciendo colonos anglo-normandos y nuevos sistemas jurídicos. Incentivó el desarrollo de las ciudades de Edimburgo, Berwick y Perth, haciendo florecer el comercio. Hombre religioso, creó el obispado de Glasgow y otras cuatro más. Además erigió numerosos monasterios en su afán de aumentar la extensión de la agricultura. Reorganizó la iglesia escocesa extrechando los lazos con Roma. Incrementó las donaciones a los benedictinos de Dunfermline, el convento que su madre había fundado y que luego fue el lugar de la sepultura y centro de su propio culto.
El célebre san Elredo de Rievaulx, que durante un tiempo fue preceptor de la familia, redactó un panegírico en el que señala las reticencias de David para aceptar el trono, la justicia que le distinguió como administrador y su apertura hacia el prójimo. Fue un hombre humilde y tenía una gran misericordia y generosidad con los pobres y enfermos.
La pureza del soberano fue siempre ejemplar, a menudo recitaba el oficio de las lecturas, recibía con frecuencia el sacramento de la penitencia y la Eucaristía: todo heredado de su madre santa Margarita. El único "pero" que se le puede hacer es que enroló tropas bárbaras durante la invasión inglesa de 1138, que dejaron un dramático recuerdo por sus atrocidades. Tuvo que lamentar la muerte de su único hijo.
Cuando enfermó, todavía en el lecho de muerte oraba con los salmos y exhortaba así a los presentes: "Permitidme pensar sólo a las cosas de Dios, para que mi alma venga reforzada. Cuando me presente ante el trono de Dios, ninguno de vosotros responderá por mí, ninguno de vosotros podrá protegerme, ni liberarme de su mano".
Su cuerpo fue sepultado en el monasterio de Dunfermline y pronto le fue concedido el traslado, suceso que en aquel tiempo equivalía a una canonización. La influencia que este rey tuvo en su país ya sea en el campo político como en el religioso fue profunda y perduró durante mucho tiempo, tanto que está considerado uno de los más grandes soberanos del Medioevo. No ha sido formalmente canonizado pero si tiene culto litúrgico, especialmente en la Iglesia reformada de Escocia.
(fuente: vidas-santas.blogspot.com.ar)
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