Las religiosas del Niño Jesús siguen hoy esta misión de evangelizar a través de la educación de los niños en nuestra ciudad de Burgos.
BIOGRAFÍA
Nicolás Barré nace en Amiens (Francia), el 21 de octubre de 1621 y muere en París el 31 de mayo de 1686, rodeado de su comunidad, en el convento de los Mínimos de la Plaza Real.
Aunque la situación económica desahogada de la familia Barré, libre a Nicolás de muchos males, no por ello crece ignorante y despreocupado de la situación precaria que contempla a su alrededor. Percibe el horrible rumor y consecuencias de la guerra, sus estragos, sus incertidumbres, miedos y zozobras. Toda esta inseguridad, miseria y dolor quedarán impresos en su ser y tendrán su influencia en el desarrollo de toda su vida y espiritualidad.
Desde los diez años hasta los diecinueve, cursa sus estudios con resultados brillantes en el colegio de San Nicolás, dirigido por los Jesuitas. Antes de terminar sus estudios confió a sus padres el deseo que anidaba en su corazón de entregarse totalmente al Señor en la Vida Religiosa. Sus padres renuncian a todas las ilusiones que se habían forjado sobre su primogénito y único varón, al que veían dotado de excelentes cualidades intelectuales y con un carácter agradable y atractivo. Si Dios le llama por este camino, ellos aceptan cristianamente la determinación de su hijo y, cuando llegue el momento, le ayudarán y ofrecerán su apoyo para que lo pueda realizar.
Por aquella época, Amiens alberga veinte conventos de religiosos. De todos ellos Nicolás escoge el de los Mínimos, precisamente el más pobre y desconocido de todos. Nicolás quiere pertenecer totalmente a Dios, y le parece que puede realizarlo mejor por el camino marcado por Francisco de Paula: la plegaria, la ascesis y la caridad. Nicolás ha sabido discernir acertadamente la voluntad de Dios en su persona y sufre al ver a tantos niños y jóvenes morir o malvivir acosados por el hambre y la ignorancia tanto a nivel humano como religioso.
En 1659, cuando Nicolás cuenta ya 38 años, es enviado a Rouen. Allí vuelve a constatar la miseria e ignorancia que reina, el abandono de niños y jóvenes que pululan por las calles. Reza y medita sobre esta situación en la que los ve sumergidos, sin posibilidad de salir por ellos mismos y se pregunta una y mil veces ¿qué es lo que puedo hacer? ¿qué es lo que debo hacer? Le supone una presión tremenda verles explotados en trabajos impropios de su edad porque tienen que ayudar a la familia. Hacinados por la falta de espacio, con los graves perjuicios morales que esto supone; supersticiosos y alejados de la grandeza de la fe que recibieron en el bautismo.
Nicolás, cada día que pasa, reflexiona más sobre este asunto, va entrando en contacto con otras personas que se hacen éstas o parecidas preguntas. Bajo su iniciativa, un grupo de chicas jóvenes de Rouen y sus alrededores, se consagraron totalmente a la formación humana y cristiana de las niñas, jóvenes y mujeres que la pobreza y la miseria habían dejado sin recursos. Serían las primeras Hermanas. Dedicadas a esta labor se multiplicaron prodigiosamente y de todos los rincones de Francia solicitaban su presencia. Ellas por su parte vivían en total abandono a la Divina Providencia, atareadas en la labor educativa y en la formación humana y religiosa.
PENSAMIENTOS DEL BEATO NICOLÁS BARRÉ
El corazón orgulloso y suficiente obliga a Dios a subir más alto y a alejarse. “Cuando el hombre busca engrandecerse, Dios tiende a alejarse aún más”. Por el contrario, un corazón humilde, cuanto más se rebaja, más se acerca Dios a él: “Resiste a los orgullosos, da su gracia a los humildes”.
En la oración, y para la oración, es muy bueno llenarse de espíritu, o de las virtudes de Jesús, o de las grandezas de Dios, sus atributos, etc.
No basta hablar de las cosas de Dios. Hay que hacerlo en el Espíritu de Dios, y por el Espíritu de Dios. De otra forma, el espíritu de vanidad se insinúa y corrompe todo. Para evitar este mal, antes y después de actuar, hay que permanecer recogido y dependiente del Espíritu de Dios.
El respeto al prójimo debe estar lleno de amor, y este amor es santamente crucificante.
Tendríamos que morirnos de vergüenza cuando simulamos amar a Jesús, siendo así que en realidad no le amamos en absoluto; ya que en verdad no amamos a sus miembros, y no tenemos afecto al prójimo, del que el más pequeño de entre ellos es su imagen.
Si amo verdaderamente a mi prójimo, el dolor de verle perecer debe apagar el gozo que experimento al verme sobre el camino de la salvación eterna.
El alma muerta en sí misma actúa para su prójimo con mucha más fuerza que para sí misma.
Esta disposición de adorar a Dios profundamente pone al alma en la práctica de la presencia de Dios, en una gran sabiduría y modestia en todas sus acciones, y en una paciencia actual en las contrariedades y adversidades, por respeto hacia la majestad soberana, delante de la cual uno se humilla perpetuamente en espíritu.
(fuentes: niñojesusburgos.es; minimas.org)
otros santos 31 de mayo:
- Beato Mariano de Roccacasale
- Santa Camila Bautista de Varano
- San Noe Mawaggali
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