Parece que fue general del emperador Licinio y gobernador de una parte de Bitinia, allá por el año 300. La verdad, no sé a qué se dedicaba exactamente y cual fue su - sin duda ejemplar - curriculum. La cosa es que el emperador le pidió - joder como se repiten estos emperadores - que adorara a los dioses paganos. Y el Teodorakis le dice, que vale, que le mande las estatuas de los dioses a su casa para perfumarlas. Y el Licinio - que debía ser más inocente que el mecanismo de un chupete, porque la verdad fiarse así como así de un protomártir cristiano en esto de la adoración de falsos dioses tiene miga - va y se las manda. Y como eran de oro, pues Teo las rompe y regala los trocitos a los pobres. Por supuesto, Licinio se cabrea y ordena los múltiples tormentos habituales en estos casos. En palabras de no sé qué escritor antiguo, he aquí la crónica detallada del martirio:
"Mandó desnudar al mártir, y que cuatro feroces verdugos, atado pies y manos con nervios de bueyes, le diessen por cuenta seiscientos açotes en las espaldas, y quinientos en el pecho y vientre. Mandóle luego herir con pelotas de plomo, y desgarrar con uñas de azero, abrasarle con hachas encendidas las llagas y raerle la sangre con texas despedaçadas. Executado todo esto, mandóle poner en una cárcel, con prisiones a sus pies, y que assí estuviesse cinco días, sin darle a comer cosa alguna. Passado este tiempo, mandó poner al santo en una cruz, clavándole en ella. Y los verdugos, teniéndole crucificado, le entraron por su cuerpo un assador de yerro, largo y delgado, cuya punta le salió a lo alto de las espaldas. Truxeron atrevidos rapazes y mandáronles que le tirassen barro y piedras a los ojos. Otros, con cuchillos le davan heridas en los lugares más delicados de su cuerpo. Creyó Licinio que quedava muerto, y assí le dexó colgado del madero, aunque por la visita de un ángel fue sano, y después, por mandado del mismo Licinio, degollado. Dízelo Augaro, familiar suyo, y refiérelo Simeón Metafraste"
El intríngulis está en que la verdad, la verdad, ser soldado no es realmente algo positivo para ganarse la santidad, por mucho martirio que haya de por medio. Y ser general aún menos (al menos claro que sea un general de esos de intendencia que más que dedicarse a la muerte del prójimo se dedica a hacer de oficinista de lujo). Y claro, pues me choca un pelín eso que hagan santo a un señor cuyo trabajo es esencialmente eso de matar al prójimo. Y más me choca cuando leo la siguiente retahíla de algún prominente comentarista cristiano, intentando conciliar lo de "no matarás" con lo de "soy general del ejército" : "Nos basta con saber que este soldado, con su testimonio demuestra que ninguna ocupación es una barrera a la santidad. Si llevamos a cabo nuestras tareas con cuidado y diligencia (sean cuales fueren) descubriremos que Dios está trabajando a nuestro lado. Después de todo, aunque nuestra profesión sea importante para nosotros, Dios se preocupa menos de lo que hacemos que de lo que somos."
En fin que felicidades a los Teodoros.
(fuente: www.vidasejemplares.org)
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