En la Edad Media cobró gran auge—junto con Roma y Jerusalén— la peregrinación a Santiago de Compostela, nuestro santo se convirtió en el buen samaritano, el ángel protector de los romeros a Santiago, mejorar los caminos, preparar albergues, movido únicamente por su deseo de ayudar a los peregrinos. Construyó primero una ermita dedicada a Santa Maria desde la que exploraba el horizonte para acudir en ayuda de cualquier prójimo en apuros, y más adelante, un albergue, donde funge de albañil y enfermero. Luego busca recursos y levanta el famoso puente sobre el Oja, que todavía subsiste, tras diez siglos, y años más tarde tala montes y construye una calzada, que actualmente lleva su apellido. Muchos al ver su esfuerzo y los frutos de su obra, deciden colaborar con él, naciendo la ciudad de Santo Domingo de la Calzada.
San Juan de Ortega y Santo Domingo de Silos, que lo conocieron, indicaron las múltiples obras de caridad llevadas a cabo durante más de sesenta años por este benefactor insigne de la humanidad.
(fuente: www.aciprensa.com)
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