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sábado, 31 de agosto de 2013

31 de agosto: Beato Pedro Tarres

PEDRO TARRÉS i CLARET
(1905-1950)

 Pere Tarrés i Claret nace el 30 de mayo de 1905 en Manresa, provincia de Barcelona, Cataluña (España).Sus padres Francesc Tarrés Puigdellívol y Carme Claret Masats eran creyentes y ejemplares; tienen otras dos hijas, Francisca y María. Pere es bautizado el 4 de junio en la parroquia de la Virgen del Carmen.

La familia realiza frecuentes traslados (Badalona, Mataró, Barcelona) a causa del trabajo del padre (mecánico); en Badalona Pere es confirmado el 31 de mayo de 1910. Alumno de los Padre escolapios recibe la primera comunión el 1 de mayo de 1913. En 1914 la familia retorna a Manresa y Pere estudia con los padres jesuitas.

Adolescente de carácter alegre y abierto, cariñoso con sus padres y hermanas, amante de la naturaleza, contemplativo, místico con alma de poeta. Habitualmente ayuda en la farmacia del Sr. Josep Balaguer, quien lo encamina hacia la continuación de los estudios.

Obtiene una beca de estudios que le permite concluir el bachiller en el colegio de San Ignacio. Con otra beca de estudios, obtenida con la ayuda de algunos médicos que lo estimaban, puede acceder a la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. Desde 1921 vive en el barrio popular de Gracia, donde participa del Oratorio de San Felipe Neri y allí, desde 1922 a 1936, es hijo espiritual del P. Jaume Serra.

Es miembro de la Federaciò Jovens Cristians con ardiente celo apostólico. La Federaciò es Acción Católica (A.C.) como el Papa Pío XI la proponía entonces: oración, estudio y acción, bajo la dirección de la jerarquía local. Pere cubre encargos en la Federaciò y en la A. C. contemporáneamente. Para Pere el secreto de la vida espiritual de los militantes está en la devoción eucarística y el amor filial a la Madre de Dios.

En julio de 1925 muere su padre y poco tiempo después su madre sufre un accidente que la deja inválida.

En la Navidad de 1927, estando en Monistrol de Calders, hace el voto de castidad con la aprobación de su director espiritual.

En 1928, después de haber concluido la carrera de Medicina (con premio extraordinario), se establece definitivamente en Barcelona. Durante este período sus hermanas ingresan en el convento de las Concepcionistas. Junto con su compañero, Dr. Gerardo Manresa, funda el sanatorio – clínica de Nuestra Señora de la Merced de Barcelona.

Durante el ejercicio de su profesión de médico es ejemplar en la caridad y en la vida de piedad; jamás pierde aquella alegría contagiosa que le permite tratar con respetuosa familiaridad a los enfermos.

Tarrés el 8 de julio de 1936 se traslada al Monasterio de Monserrat para realizar los ejercicios espirituales, que son interrumpidos el día 21 por el Alzamiento nacional; Pere se traslada a la Generalitat y logra obtener la tutela de la policía para preservar la integridad del Monasterio de la barbarie de los anárquicos. Refugiado en Barcelona lleva, a escondidas, la comunión a los perseguidos por los milicianos rojos y logra escapar a una perquisición realizada en su casa.

En julio de 1938 debe enrolarse en el ejército republicano como médico. Gracias a su coraje y dedicación los mismos soldados piden su promoción a capitán del ejército. Dedicaba parte de su tiempo al estudio del latín y de la filosofía, en preparación a sus futuros estudios sacerdotales y no pierde ocasión de manifestar su fe.

En enero de 1939 retorna a su casa del frente de guerra. El 26 de enero de 1939 se rinde Barcelona al ejército nacional. Integrado en la vida normal continua su actividad de médico, cubre algunos encargos en la A.C. y se prepara para ingresar en el Seminario de Barcelona evento que tendrá lugar el 29 de setiembre de 1939.

En 1941 año en el cual muere su madre recibe las Órdenes menores y el subdiaconado (20 de diciembre) y al año siguiente el diaconado (22 de marzo de 1942). Ordenado presbítero el 30 de mayo de 1942 el obispo lo designa coadjutor (vicario) de la parroquia de San Esteban de Sesrovires el 3 de junio. En 1943, por deseo del Obispo, va a estudiar a la Universidad Pontificia de Salamanca donde obtiene la Licencia en Teología el 13 de noviembre de 1944.

A su retorno a Barcelona recibe los siguientes nombramientos pastorales: vice-asistente diocesano de los jóvenes de la A.C., asistente del centro parroquial de las mujeres y de las jóvenes de A.C. de la parroquia de San Vicente de Sarriá (1944), capellán de la comunidad y del colegio de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción (1945).

En las distintas obras apostólicas que le encargan no le faltan dificultades que lo hacen sufrir pero él sabe responder con actitudes evangélicas de caridad, prudencia y fortaleza sembrando desde la cruz la tierra de su apostolado. El 17 de noviembre de 1945 escribe en su Diario che se siente sumergido en el océano del apostolado, como había soñado por tanto tiempo, con el mismo fuego y entusiasmo que, desde laico, sintió por la Federaciò. Antes de morir expresará su alegría por el apostolado en la A.C. femenina de Sarriá, afirmando: “Yo soy hijo de obreros. En el cielo trabajaré mucho por todas Uds.”.

Durante las vacaciones en el santuario de la Virgen de Nuria, en el Pirineo de la provincia de Gerona, a 2.000 mt., recibe numerosos grupos de jóvenes de A.C.

También cubre los siguientes encargos: consejero y asesor de los Oblatos laicos benedictinos y de la Unions di scolans di Monserrat –antiguos miembros cantores del coro del monasterio- (1946), director de la Obra de la Visitación de Nuestra Señora, actividad destinada a procurar ayuda material y espiritual a los enfermos pobres (1947); beneficiado de la parroquia de Santa Ana (1949); consejero de la Escuela Católica de enseñanza social de Barcelona (1949); confesor ordinario del Seminario (1949); delegado diocesano de la Protección de la Mujer (1949); director espiritual del Hospital de Las Magdalenas, donde se acogen mujeres en fase terminal, por la prostitución o la extrema miseria moral. Pere Tarrés dejó una huella perenne y benéfica en todos los que lo trataron por actividades apostólicas. El 17 de mayo de 1950 le realizaron una biopsia cuyo diagnóstico fue linfosarcoma linfoblástico. Tarrés vivió su enfermedad con una actitud de total abandono en Dios y ofreciendo su vida por la santificación de los sacerdotes. El 31 de agosto de 1950, a 45 años, moría en la Clínica que había fundado. Fue sepultado en el cementerio de Montjuic. El 6 de noviembre de 1975 sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia parroquial de San Vicente de Sarriá, donde aún reposan.


HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
Loreto, domingo 5 de septiembre de 2004

1. "¿Qué hombre conoce el designio de Dios?" (Sb 9, 13). Esta pregunta, formulada por el libro de la Sabiduría, tiene una respuesta: sólo el Hijo de Dios, que se hizo hombre por nuestra salvación en el seno virginal de María, puede revelarnos el designio de Dios. Sólo Jesucristo sabe cuál es el camino para "adquirir un corazón sensato" (Salmo responsorial) y obtener paz y salvación.

Y ¿cuál es este camino? Nos lo ha dicho él en el evangelio de hoy: es el camino de la cruz. Sus palabras son claras: "Quien no lleva su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío" (Lc 14, 27).

"Llevar la cruz detrás de Jesús" significa estar dispuestos a cualquier sacrificio por amor a él. Significa no poner nada ni a nadie antes que él, ni siquiera a las personas más queridas, ni siquiera la propia vida.

2. Amadísimos hermanos y hermanas, que os habéis dado cita en esta "espléndida explanada de Montorso", como la ha llamado el arzobispo monseñor Comastri, al que agradezco de corazón las cordiales palabras que me ha dirigido. Saludo, asimismo, a los cardenales, a los arzobispos y a los obispos presentes; saludo a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a las personas consagradas; y, sobre todo, os saludo a vosotros, jóvenes miembros de la Acción católica, que, guiados por el consiliario general, monseñor Francesco Lambiasi, y por la presidenta nacional, doctora Paola Bignardi, a la que agradezco su afectuoso saludo, habéis querido reuniros aquí, bajo la mirada de la Virgen de Loreto, para renovar vuestro compromiso de adhesión fiel a Jesucristo.

Vosotros sabéis que adherirse a Cristo es una opción exigente. Jesús no habla de "cruz" por casualidad. Sin embargo, precisa inmediatamente: "detrás de mí". Esta es la gran verdad: no estamos solos al llevar la cruz. Delante de nosotros camina él, abriéndonos paso con la luz de su ejemplo y con la fuerza de su amor.

3. La cruz aceptada por amor genera libertad. Lo experimentó el apóstol san Pablo, "anciano y prisionero por Cristo Jesús", como se define a sí mismo en la carta a Filemón, pero en su interior plenamente libre. Esta es precisamente la impresión que produce la página recién proclamada: san Pablo se encuentra encadenado, pero su corazón está libre, porque habita en él el amor de Cristo. Por eso, desde la oscuridad de la prisión en la que sufre por su Señor puede hablar de libertad a un amigo que está fuera de la cárcel. Filemón es un cristiano de Colosas: a él se dirige san Pablo para pedirle que libere a Onésimo, todavía esclavo según el derecho de la época, pero ya hermano por el bautismo. Al renunciar al otro como su posesión, Filemón recibirá como don un hermano.

La lección que se desprende de toda esta historia es clara: no existe amor más grande que el de la cruz; no hay libertad más verdadera que la del amor; no existe fraternidad más plena que la que nace de la cruz de Jesús.

4. De la cruz de Jesús fueron humildes discípulos y testigos heroicos los tres beatos recién proclamados.

Pedro Tarrés i Claret, primero médico y después sacerdote, se dedicó al apostolado laical entre los jóvenes de la Acción católica de Barcelona, de los cuales, después, fue consiliario. En el ejercicio de la profesión médica se entregó con especial solicitud a los enfermos más pobres, convencido de que "el enfermo es símbolo de Cristo sufriente".

Ordenado sacerdote, se consagró con generosa intrepidez a las tareas del ministerio, permaneciendo fiel al compromiso asumido en vísperas de la ordenación: "Un solo propósito, Señor: sacerdote santo, cueste lo que cueste". Aceptó con fe y heroica paciencia una grave enfermedad, que lo llevó a la muerte con sólo 45 años. A pesar del sufrimiento repetía frecuentemente: "¡Cuán bueno es el Señor conmigo! Y yo soy verdaderamente feliz".

5. Alberto Marvelli, joven fuerte y libre, hijo generoso de la Iglesia de Rímini y de la Acción católica, concibió toda su breve vida de sólo 28 años como un don de amor a Jesús por el bien de sus hermanos. "Jesús me ha envuelto con su gracia", escribió en su diario; "sólo lo veo a él, sólo pienso en él". Alberto había hecho de la Eucaristía diaria el centro de su vida. En la oración buscaba inspiración también para el compromiso político, convencido de la necesidad de vivir plenamente como hijos de Dios en la historia, para transformarla en historia de salvación.

En el difícil período de la segunda guerra mundial, que sembraba muerte y producía violencias y sufrimientos atroces, el beato Alberto alimentó una intensa vida espiritual, de la que brotaba el amor a Jesús que lo llevaba a olvidarse constantemente de sí mismo para cargar con la cruz de los pobres.

6. También la beata Pina Suriano -natural de Partinico, en la diócesis de Monreale- amó a Jesús con un amor ardiente y fiel, hasta el punto de que escribió con toda sinceridad: "No hago otra cosa que vivir de Jesús". A Jesús le hablaba con corazón de esposa: "Jesús, hazme cada vez más tuya. Jesús, quiero vivir y morir contigo y por ti".

Se adhirió desde su adolescencia a la Juventud femenina de la Acción católica, de la que después fue dirigente parroquial, encontrando en la Asociación importantes estímulos de crecimiento humano y cultural en un clima de intensa amistad fraterna. Maduró gradualmente una sencilla y firme voluntad de entregar a Dios como ofrenda de amor su joven vida, en particular para la santificación y la perseverancia de los sacerdotes.

7. Queridos hermanos y hermanas, amigos de la Acción católica, que habéis venido a Loreto de Italia, de España y de tantas partes del mundo, hoy el Señor, a través del acontecimiento de la beatificación de estos tres siervos de Dios, os dice: el mayor don que podéis hacer a la Iglesia y al mundo es la santidad.

Preocupaos por lo que interesa a la Iglesia: que muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo sean conquistados por la fascinación de Cristo; que su Evangelio vuelva a brillar como luz de esperanza para los pobres, los enfermos y los que tienen hambre de justicia; que las comunidades cristianas sean cada vez más vivas, abiertas y atractivas; que nuestras ciudades sean acogedoras y habitables para todos; que la humanidad siga a Cristo por los caminos de la paz y la fraternidad.

8. A los laicos os corresponde testimoniar la fe mediante las virtudes que son específicas de vosotros: la fidelidad y la ternura en la familia, la competencia en el trabajo, la tenacidad al servir al bien común, la solidaridad en las relaciones sociales, la creatividad al emprender obras útiles para la evangelización y la promoción humana. A vosotros os corresponde también mostrar -en íntima comunión con los pastores- que el Evangelio es actual, y que la fe no aleja al creyente de la historia, sino que lo sumerge más a fondo en ella.

¡Ánimo, Acción católica! Que el Señor guíe tu camino de renovación.

La Inmaculada Virgen de Loreto te acompaña con tierna solicitud; la Iglesia te mira con confianza; el Papa te saluda, te sostiene y te bendice de corazón.

Acción católica italiana, ¡gracias!

(fuente: www.vatican.va)

viernes, 30 de agosto de 2013

30 de agosto: Santa Rosa de Lima

Nació en Lima - Perú el 30 de abril de 1586 y murió el 24 de agosto de 1617 en ese mismo lugar. Su fiesta se celebra el 30 de agosto.

En su Confirmación, en 1597, tomó el nombre de Rosa, porque, cuando niña, su cara había sido vista transformada por una rosa mística. Cuando era niña destacaba por su gran reverencia y pronunciado amor hacia todas las cosas relacionadas a Dios. Esto tomó tal posesión de ella que desde entonces su vida la consagró a la oración y mortificación. Tenía una intensa devoción hacia el Niño Jesús y Su Madre Bendita y pasaba largas horas ante su altar.

Era escrupulosamente obediente y de labor incansable, progresaba rápidamente a través de la atención que prestaba a la instrucción que le brindaban sus padres, a sus estudios, y a su trabajo doméstico, sobre todo con la aguja.

Después de leer sobre Santa Catalina de Siena decidió tomar a la santa como modelo para su vida. Empezó ayunando tres veces por semana, además de severas penitencias secretas, y cuando se veía tentada por la vanidad, cortaba su hermoso cabello, llevaba ropa tosca, y maltrataba sus manos con arduo trabajo. Todo este tiempo ella tenía que enfrentarse con las objeciones de sus amigos, el ridículo de su familia, y la censura de sus padres.

Pasaba muchas horas frente al Santísimo Sacramento, a quien recibía diariamente.

Finalmente decidió hacer un voto de virginidad, e inspirada por amor sobrenatural, adoptó medios extraordinarios para cumplirlo. Tuvo que combatir la oposición de sus padres, quienes deseaban que se casara. Durante diez años su lucha continuó y finalmente obtuvo, por paciencia y oración, el consentimiento de sus padres de continuar con su misión.

Al mismo tiempo grandes tentaciones atacaban su pureza, su fe y su constancia, causándole insoportable agonía de mente y desolación de espíritu, impulsándola a mortificaciones más frecuentes; pero diariamente también, Nuestro Señor se manifestaba a sí mismo, fortaleciéndola con el conocimiento de Su presencia y consolando su mente con la evidencia de Su Divino amor.

El ayuno diario fue seguido pronto de la abstinencia perpetua de carne, y esta, a su vez, por el consumo único de la comida más tosca, apenas suficiente para sobrevivir. Sus días estaban llenos de actos de caridad y servicio. Su puntada y bordado exquisitos le ayudaban a mantener su casa, y sus noches estaban consagradas a la oración y a la penitencia. Cuando su trabajo se lo permitía se retiraba a la pequeña gruta que había construido, con la ayuda de su hermano, en su pequeño jardín, y allí pasaba sus noches, en soledad y oración.

Superando la oposición de sus padres, y con el consentimiento de su confesante, le permitieron posteriormente convertirse, prácticamente, en una reclusa en esta celda, salvo por sus visitas al Santísimo Sacramento.

A la edad de veinte años recibió el hábito de Santo Domingo. Después de esto reduplicó la severidad y variedad de sus penitencias a un grado heroico, usando constantemente una corona de espinas de metal, ocultada por rosas, y una cadena de hierro sobre su cintura. Podía permanecer días sin probar alimento alguno, salvo un trago de hiel mezclado con hierbas amargas. Cuando ya no podía estar de pie, buscó reposo en una cama construida por ella, de vidrio roto, piedra, restos de recipientes, y espinas. Ella admitía que el pensamiento de acostarse en ella le hacía temblar de miedo. Este martirio de su cuerpo duró catorce años sin interrupciones, pero no sin consuelo.

Nuestro Señor frecuentemente se le revelaba e inundaba su alma con paz y alegría, a tal punto que podía permanecer en éxtasis cuatro horas. Ella le ofrecía al Señor en estas ocasiones todas sus mortificaciones y penitencias en expiación por las ofensas contra Su Divina Majestad, por la idolatría de su país, por la conversión de pecadores, y por las almas del Purgatorio. Muchos milagros siguieron a su muerte.

Fue beatificada por Clemente IX, en 1667, y canonizada en 1671 por Clemente X, la primera americana en recibir tal honor. Su fiesta se celebra el 30 de agosto. Es representada usando una corona de rosas.


Santuario de Santa Rosa

Su casa (El Santuario) ubicada en el centro de Lima conserva los lineamientos que tuvieron en el siglo XVI época en que vivió Rosa. Anualmente es visitado por miles de devotos, peregrinos y turistas quienes recorren los ambientes que estuvieron directamente ligados a su vida y caridad para el prójimo.

Se conservan como reliquias una ermita donde ella rezaba. Cerca de la ermita hay un pozo de veinte metros de profundidad donde sus devotos depositan sus deseos escritos, también se conserva la habitación donde dormía, la Habitación (El Corazón del Santuario) en la cual nació y la enfermería donde atendía a sus hermanos necesitados.

En la parte central se encuentra la primera imagen de Santa Rosa hecha aproximadamente en 1670, tallada en madera de cerezo. Cuenta la historia que cuando los piratas ingleses amenazaron con invadir Lima, esta fue la imagen que defendió a la ciudad encabezando una procesión.

También encontramos una habitación que estaba destinada a la enfermería donde la Santa curaba a los enfermos, en el centro de la sala se encuentra un niño Dios conocido como El Doctorcito, a quién recurría en consulta para cuando tenía que atender casos graves. Entre relicarios, Biblia y vestidos de sacerdotes de la colonia se encuentra la imagen de Santa Rosa, pintada en madera que Miguel Grau llevó en el Huáscar.

La Basílica-Santuario, fue empezada luego de su canonización, con posteriores restauraciones durante los siglos XVII - XX hubo de ser remodelada e inaugurada finalmente el 24 de agosto de 1992, Este lugar es principal punto de peregrinación de todo el Perú y su arraigo popular es comparable a la Virgen de Guadalupe en México.

La figura de Rosa de Santa María en el corazón del pueblo peruano representa un símbolo de integración nacional, en ella convergen todas las clases sociales.

Formó parte de la familia dominicana, de la provincia de San Juan Bautista del Perú. Se destacó por la perseverancia, firmeza, paciencia, su vida ascética y por su dedicación a los pobres y enfermos, a quienes atendía en una de las habitaciones de su casa. Sus flores preferidas fueron las margaritas, los claveles y las rosas.

Se han escrito cerca de 400 biografías sobre ella.

Más de mil rostros en lienzos, estampas y esculturas, hechos entre otros, por renombrados artistas como Francisco de Zurbarán, Claudio Coello, Angelino Medoro, Daniel Hernández, Teófilo Castillo, Francisco González y Sérvulo Gutiérrez.

A partir de las reformas al calendario litúrgico introducidas en el Concilio Vaticano II, la fiesta de santa Rosa de Lima es el 23 de agosto (fecha que se celebra en España) Anteriormente se celebraba el día 30 de agosto, y ésa es la fecha que se mantiene en el Perú y otros países latinoamericanos de los que es patrona.

En la República del Perú es un día feriado y su imagen (descubierta el día de la canonización en 1671 en la Catedral) recorre las calles de Lima.

(fuente: www.aciprensa.com)

jueves, 29 de agosto de 2013

29 de agosto: Martirio de San Juan Bautista

Señor: te rogamos por tantas parejas que viven sin casarse y en pecado. Perdónales y concédeles la verdadera conversión. Y te suplicamos que nunca dejes de enviarnos valientes predicadores, que como Juan Bautista no dejen a los pecadores estar tranquilos en su vida de pecado por que los puede llevar a la perdición, y que despierten las conciencias de sus oyentes para que cada uno prefiera morir antes que pecar.


Martirio de San Juan Bautista

El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: "No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano". Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto".

"Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

La muchacha fue donde su madre y le preguntó: "¿Qué debo pedir?". Ella le dijo: "Pida la cabeza de Juan Bautista". Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista".

El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.

Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.

(fuente: www.mercaba.org)

29 de agosto: Beata Eufrasia del Sagrado Corazón de Jesús

(1877-1952)

Nació el 17 de octubre de 1877 en la aldea de Kattoor (India), en la parroquia de Edathuruthy, que formaba parte del entonces vicariato de Trichur (posteriormente pasó a ser diócesis y fue dividida) y que actualmente pertenece a la diócesis de Irinjalakuda. Era hija de Antony y Kunjethy de Eluvathingal Cherpukaran. Fue bautizada con el nombre de Rose.

Desde pequeña, por influencia de su madre, mujer muy piadosa, comenzó a ejercitarse en las virtudes. A la edad de nueve años consagró a Dios su virginidad.

Contra la voluntad de su padre, a la edad de doce años ingresó en el internado de las religiosas de la Congregación de la Madre del Carmen de Koonammavu.

Después de la reorganización de los vicariatos apostólicos, realizada en el año 1896, el 9 de mayo de 1897 las religiosas y las aspirantes del vicariato de Trichur se trasladaron de Koonammavu a Ambazhakkad.

Al día siguiente, Rose recibió el velo y se convirtió en postulante con el nombre de Eufrasia del Sagrado Corazón de Jesús. El 10 de enero de 1898 tomó el hábito en la Congregación de la Madre del Carmen, el primer instituto femenino surgido en la Iglesia siro-malabar: fue fundada el 13 de febrero de 1866 en Koonammavu, en el Estado de Kerala, por el beato Kuriakose Elías Chavara y el padre Leopoldo Beccaro, de la Orden de los Carmelitas Descalzos, entonces delegado carmelita en Kerala, como tercera orden de los Carmelitas Descalzos. Desde el año 1967 es de derecho pontificio.

El 24 de mayo de 1900, con ocasión de la fundación del convento de Santa María en Ollur -distante 5 kilómetros de la ciudad de Trichur-, sor Eufrasia emitió los votos perpetuos. En ese convento vivió durante 48 años.

En 1904 fue nombrada maestra de novicias. Siguió desempeñando este cargo hasta que fue nombrada superiora, en el año 1913.

Por su profundo espíritu de oración la gente la llamaba "madre orante". Alcanzó una unión muy profunda con el Señor, especialmente en la sagrada Eucaristía. Sus hermanas carmelitas la llamaban "sagrario móvil". Pasaba muchas horas ante el sagrario en la capilla del convento, olvidada de sí misma y de todo lo que la rodeaba.

En una carta a su director espiritual expresa la sed que sentía de adorar, amar y consolar a Cristo en la Eucaristía: "Dado que aquí la mayor riqueza, la santa misa, no se celebra a menudo, experimento un gran dolor interior y siento un gran deseo de suplir esa ausencia. Tengo una gran hambre y una gran sed de hacer algo al respecto" (3 de julio de 1902).

Fue una gran apóstol de la Eucaristía. Se esforzaba por hacer que todos amaran, adoraran y consolaran a Jesús en el santísimo Sacramento.

También tenía una devoción especial a Cristo crucificado. Besaba con frecuencia el crucifijo y hablaba interiormente con él, apretándolo contra su pecho. El sufrimiento, la pasión y el dolor de Cristo provocaban un gran dolor en su corazón.

Asimismo, profesaba una filial devoción a la Virgen María, a la que sentía como su verdadera madre. Era especialmente devota del santo rosario. Solía rezar los quince misterios, meditando en la vida de nuestro Señor y de su Madre María.

Llevó una vida muy sencilla y austera, realizando numerosos actos de penitencia y mortificación. Comía una sola vez al día, evitando la carne, el pescado, los huevos y la leche.

Conjugaba perfectamente en su vida la acción y la contemplación. Su amor a Dios se manifestaba en la compasión y el amor a las personas que se dirigían a ella para que las ayudara en sus dificultades económicas o problemas familiares, o para pedirle oraciones a fin de curar de una enfermedad, obtener un empleo o superar un examen. Sabían que ella intercedería ante la Madre de Dios y que sus plegarias siempre eran escuchadas. Era un modelo ejemplar de caridad. La madre Eufrasia, que había ofrecido su vida como sacrificio de amor a Dios, murió el 29 de agosto de 1952.

Fue beatificada el 3 de diciembre de 2006 en la iglesia de San Antonio Forane, en Ollur, archidiócesis de Trichur, por el cardenal Varkey Vithayathil, arzobispo mayor de Ernakulam-Angamaly de los siro-malabares.

(fuente: www.vatican.va)

miércoles, 28 de agosto de 2013

28 de agosto: Santa Florentina de Cartagena

Martirologio Romano: En Sevilla, en la región hispánica de Andalucía, santa Florentina, virgen, a la que, por su gran conocimiento de las disciplinas eclesiásticas, sus hermanos Isidoro y Leandro le dedicaron tratados de alta doctrina (s. VII).

Etimológicamente: Florentina = floreciente. Viene de la lengua latina.

Florentina, Abadesa. Nació en el seno de una familia visigoda en Cartagena, España, fue la tercera de cinco hermanos, cuatro de los cuales (entre ellos Florentina) fueron considerados santos por la Iglesia Católica. Los otros hermanos canonizados son San Isidoro, San Leandro y San Fulgencio. Todos ellos son conocidos como los Cuatro Santos de Cartagena.

A mediados de siglo se trasladan a Sevilla, donde San Leandro y San Isidoro llegan a ser arzobispos y donde San Fulgencio es Obispo de Écija y de Cartagena

Leandro fue el maestro de Florentina tanto en los estudios clásicos como en los sagrados.

Y ella fue, a su vez, la maestra de su hermano menor, el gran sabio san Isidoro de Sevilla, doctor de la Iglesia universal.

Al ser mujer, la vida religiosa de Santa Florentina no puede ser similar a la de sus hermanos, y así se recluiría en un monasterio de San Benito, que unos ubican cerca de la localidad sevillana de Écija y otros en Talavera de la Reina. Considerada una mujer de gran cultura, fundaría más de cuarenta monasterios, siguiendo la Regla escrita para ella por su hermano San Leandro. Algunas interpretaciones ven en este texto no una regla monástica propiamente, sino un simple elogio de la virginidad

Gracias a sus dotes de gobierno, a su santidad y ejemplaridad para todas las hermanas, la eligieron abadesa.

Fue entonces cuando su hermano Leandro le escribió un precioso y profundo libro sobre “La institución de la vírgenes”. La lectura de este libro es realmente muy placentera, porque ensalza la virtud de la virginidad como algo que Cristo exige libremente a quienes quieren seguirle más de cerca.

Murió en el año 633.

La mayor parte de sus restos mortales se conservan reliquias en la parroquia de San Juan Bautista de Berzocana en la Diócesis de Plasencia. En la catedral de Murcia se encuentra también reliquias de Santa Florentina -mismas que fueran solicitada por Felipe II- dentro de una urna de plata expuesta en el altar mayor de la Catedral de la ciudad.

Recibe especial veneración en una localidad del Campo de Cartagena, La Palma.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

(fuente: es.catholic.net)

martes, 27 de agosto de 2013

27 de agosto: Beata María del Pilar Izquierdo Albero

María Pilar Izquierdo Albero, tercera de cinco hermanos, nació en Zaragoza (España) el 27 de julio de 1906. Sus padres, un matrimonio humilde y pobre de bienes materiales, pero rico en virtudes, inculcaron a la niña el espíritu de piedad, el amor a los pobres y una tierna devoción a la Virgen del Pilar. El 5 de agosto, fiesta de Santa María de las Nieves, llevaron a la pila del bautismo a María Pilar. Más tarde diría ella que ese era el día más grande de su vida, porque en él se hizo hija de la Iglesia.

Desde muy niña brilló en ella un amor exquisito a Dios y a los pobres. Se privaba a veces de su merienda y de sus cosas para ayudar a quien consideraba más necesitado que ella. Como nunca fue a la escuela, no sabía escribir ni casi leer, por eso se consideraría «una tontica» que no sabía más que «sufrir y amar, amar y sufrir».

Pronto provó en propia carne las punzadas del dolor y comprendió el valor redentor del sufrimiento. A la edad de 12 años fue víctima de una enfermedad misteriosa, que ningún médico supo diagnosticar. Después de cuatro años vividos por motivos de salud en Alfamén (Zaragoza), regresó a Zaragoza, donde comenzó a trabajar en una fábrica de calzado, siendo muy querida de todos, por su sencillez, su natural simpatía, su bondad y laboriosidad. Pero, el Señor quería llevarla por otros derroteros y la fue adentrando en el misterio de la Cruz. Y tanto amó María Pilar el sufrimiento que solía decir: «Encuentro en este sufrir un amor tan grande hacia nuestro Jesús, que muero y no muero... porque ese amor es el que me hace vivir».

En 1926, mientras volvía del trabajo, se fracturó la pelvis al caer del tranvía y, en 1929, quedó parapléjica y ciega a causa de multitud de quistes, teniendo que recorrer una vía dolorosa de más de doce años entre los hospitales de Zaragoza y la pobre buhardilla de la calle Cerdán, 24. Esta buhardilla se convirtió, no obstante, en una escuela de espiritualidad y en un remanso de luz, de paz y alegría para cuantos la visitaban, especialmente durante los tres años de la guerra civil española. Allí se oraba, se fomentaba la amistad evangélica y las almas discernían la vocación a la que Dios las llamaba.

En 1936 comienza Mª Pilar a hablar de la «Obra de Jesús» que habría de aparecer en la Iglesia y que tendría como finalidad «Reproducir la vida activa del Señor en la tierra mediante las obras de misericordia». El 8 de diciembre de 1939, fiesta de la Inmaculada, de la cual era devotísima, María Pilar se curó milagrosamente de su parálisis que la había tenido prostrada durante más de 10 años en el lecho. Desaparecieron también los quistes y recobró instantáneamente la vista. Inmediatamente puso en marcha la Obra, trasladándose, junto con varias jóvenes, a Madrid, donde ya había sido aprobada la Fundación con el nombre de «Misioneras de Jesús y María». Pronto se interpusieron los juicios humanos a los planes de Diosy le prohibieron ejercer cualquier apostolado, hasta que en 1942 el Sr. Obispo de Madrid erigió canónicamente la Obra como «Pía Unión de Misioneras de Jesús, María y José».

Pasados dos años de fecundo apostolado entre los pobres, niños y enfermos de los suburbios, Dios la quiso llevar de nuevo por el camino de la Cruz. Se le reprodujeron los quistes del vientre y, a la enfermedad, se unieron los sufrimientos morales con los que Dios suele purificar a las almas que quiere llevar hasta la cima de la perfección. Calumnias, intrigas, incomprensiones desacreditaron su Obra y alejaron de la misma a varias jóvenes que le habían sido siempre fieles. Llegaron hasta tal punto las cosas que María Pilar, aconsejada por el confesor, en noviembre de 1944 tuvo que retirarse de su propia Obra. La siguieron nueve de sus Hijas.

El 9 de diciembre viajó a San Sebastián, último tramo de la subida al Calvario. Durante el viaje, en una noche gélida y por caminos cubiertos de nieve, se fracturó una piena en un accidente de coche. Un tumor maligno que se manifestó casi contemporáneamente, la hirió de muerte, pero no logró apagar la luz de su fe ni su firme convicción de que la Obra volvería a resurgir. Postrada en el lecho del dolor, abandonada de las criaturas, pudo saborear mejor el cáliz, mientras alentaba a sus Hijas diciéndoles: «Siento dejaros porque os amo mucho, pero desde el cielo os seré más útil. Volveré a la tierra para estar con los que sufren, con los pobres, los enfermos. Cuando más solas estéis más cerca estaré de vosotras».

Murió en San Sebastián, a los 39 años, el 27 de agosto de 1945, ofreciendo su vida por las Hijas que se le habían separado, a quienes recordaba con dolor y con cariño: «Las amo tanto, -decía- que no las puedo olvidar; aunque me pegaran y me arrastraran, quisiera tenerlas aquí. No quiero acordarme del mal que me hacen sino del bien que me hicieron. Bien sabe nuestro amado Jesús que más, mucho más de lo que me hacen sufrir quiero que les dé de cielo».

Sus Hijas, confiadas en las palabras de la Madre, permanecieron unidas bajo la dirección del Padre Daniel Díez García, que la había ayudado y asistido durante los últimos años de su vida. En 1947 llegaron a Logroño y, en mayo de 1948, el Sr. Obispo D. Fidel García Martínez las aprobó canónicamente como Pía Unión bajo el nombre de «Obra Misionera de Jesús y María». En 1961 fueron aprobadas como Congregación de Derecho Diocesano y, en 1981, fueron declaradas de Derecho Pontificio. La Congregación cuenta en la actualidad con 220 religiosas, repartidas en 22 casas por diversos puntos de España, Colombia, Ecuador, Venezuela, Italia y Mozambique.

La fama de santidad de la Venerable Mª Pilar Izquierdo se acrecentó de tal forma que, el Sr. Obispo de Calahorra, La Calzada-Logroño, Mons. Francisco Álvarez Martínez, vio oportuno iniciar la Causa de Beatificación y Canonización. El Proceso diocesano se realizó de 1983 a 1988.

El 18 de diciembre del 2000, S. S. el Papa Juan Pablo II declaró la heroicidad de las virtudes y el 7 de julio del 2001 aprobó el milagro atribuido a su intercesión.

(fuente: www.vatican.va)

lunes, 26 de agosto de 2013

26 Agosto: Beato Jaime Retouret

Nació el 15 de septiembre de 1746 de una familia de comerciantes. Fue un joven serio, amante de los libros y de grandes dotes. A los 15 años, fue acogido en el convento carmelita de su ciudad natal. Después de su ordenación sacerdotal, su carácter, ardiente y serio, atrajo la admiración de muchos fieles, especialmente por medio de su predicación. Pero, muchas veces se vió obligado a interrumpir todas sus ocupaciones, sobretodo por causa de su salud enfermiza que lo atormentó por toda la vida. La Revolución Francesa no respetó su vida. Como la mayor parte del clero, el P. Jacques rehusó hacer juramento para apoyar una ley civil aprobada unilateralmente, la cual decretaba las elecciones de los obispos y de los párrocos directamente del pueblo y sucesivamente aprobadas por el Obispo y por el Papa. Además de esta imputación, el P.Jacques fue acusado de formar parte de los grupos de emigrados políticos que habían invadido el país contra los revolucionarios. Fue arrestado y condenado, junto con otros muchos sacerdotes y religiosos, al exilio de la Guinea Francesa en América del Sur. Fue deportado a Rochefort y separado a una nave de prisioneros. Mientras tanto sucedió que los ingleses bloquearon la costa francesa y, por consiguiente, también la salida de la nave.

Las condiciones de los prisioneros sobre la nave eran inimaginables: hacinamiento, hambre, enfermedades, frío y calor, olores insoportables, persecuciones.

El P. Jacques Retouret murió en Madame Isle, algunas leguas lejos de Rochelle, el 26 de agosto de 1794 a la edad de 48 años. Fue beatificado, junto con otros 63 sacerdotes y religiosos mártires por la fe, el 1 de octubre de 1995 por Juan Pablo II.

(fuente: ocarm.org)

26 de agosto: Beata María de los Ángeles Ginard Martí

(1894-1936)

 María de los Ángeles Ginard Martí, religiosa de las Hermanas Celadoras de Culto Eucarístico, nació en Llucmajor, Mallorca, España, el 3 de abril de 1894. A los dos días, siguiendo la costumbre cristiana de la época de bautizar a los niños al poco de nacer, la llevaron a la pila bautismal de la parroquia de San Miguel de Llucmajor, imponiéndole el nombre Ángela Benita Sebastiana Margarita, pero usaba en el siglo el de Ángela y al entrar en religión el de María de los Ángeles.

Fueron sus padres don Sebastián Ginard García, que pertenecía al cuerpo de la Guardia Civil y en el que alcanzó el grado de capitán, y su madre doña Margarita Martí Canals. Ambos procedían de familias mallorquinas muy católicas y en ese ambiente religiosos formaron su hogar y educaron a los nueve hijos, de los que María de los Ángeles ocupaba el tercer lugar.

La niñez de María de los Ángeles transcurrió entre Llucmajor, Palma y Binisalem. En este último pueblo hizo su primera comunión el día 14 de abril de 1905. En torno a este acontecimiento empezó a sentirse inclinada a una piedad cristiana con tendencia hacia la vida religiosa, la cual estaba motivada por las visitas que con su madre hacía a dos tías monjas, sobre todo a la que estaba en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca.

La juventud la pasó en Palma de Mallorca, donde se trasladó la familia buscando trabajo para mejorar la situación económica que era escasa para sacar adelante una familia tan numerosa. María de los Ángeles y sus dos hermanas mayores se dedicaros a bordar y a confeccionar sombreros de señoras. Con estas labores que realizaban en el hogar por encargo y cuando estos le faltaban para vender después, conseguían unos ingresos económicos muy necesarios para un digno bienestar de la familiar. Esta ocupación no la liberaban de los trabajos propios del hogar y de la atención a los hermanaos pequeños. Hacia éstos María de los Ángeles se volcó en la atención y en la formación religiosa: les enseñaba a rezar, el catecismo; le leía la historia Sagrada y la de los primeros mártires cristianos.

Se levantaba temprano para oír misa y comulgar en la iglesia del Socorro o en la vecina parroquia de la Santísima Trinidad, donde estaba su director espiritual, el padre Sebastián Matas. Durante el día hacía la visita al Santísimo Sacramento expuesto en el Centro Eucarístico, rezaba el santo Rosario, hacía oración particular y se daba a otras devociones particulares.

El plan de vida espiritual que llevaba María de los Ángeles la apartaba de las diversiones propias de su edad y la iba centrando en la vocación que sentía desde su niñez. Así cuando contaba unos veinte años de edad pidió permiso a sus padres para ingresar en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca. Éstos le aconsejaron que era muy joven, que lo pensara bien y dejara la decisión para más tarde. Con estos consejos no trataban de oponerse a su hija, sino retenerla por un tiempo en el hogar pues la necesitaban, pues el dinero ganado de su trabajo les era necesario para sacar adelante con dignidad a los hermanos menores. María de los Ángeles comprendió a sus padres y, sin perder la ilusión de entregarse a Dios en una vida consagrada, supo esperar.

Transcurridos unos años, y viendo que las circunstancias familiares anteriores había cambiado, volvió a pedir permiso a los padres, quienes se lo dieron gustosos.

Obtenido el consentimiento de los padres, ingresó en el postulantado de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Palma de Mallorca el 26 de noviembre de 1921. Muy pronto se adaptó a la nueva vida. La adoración al Santísimo Sacramento, que es fin primordial del instituto en el que había ingresado, le llenaba, era su vida de donde sacaba fuerzas para los trabajos comunitarios de masar el pan para la misa, confeccionar y bordar ornamentos sagrados, preparar los niños para la primera comunión y para lograr una convivencia comunitaria volcándose en caridad a sus hermanas religiosas, la cuales la tenían por religiosa muy ejemplar, abierta y cordial, que se caracterizaba por su sencillez, piedad y, sobre todo, por la obediencia y docilidad en aceptar los cargos y traslados que sus superioras disponían.

Después del año de noviciado y de los tres primeros años de profesión temporal fue destinada a Madrid, luego a Barcelona y nuevamente a Madrid, desempeñando en esta última casa siempre el oficio de procuradora o administradora del convento.

Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, sor María de los Ángeles se encontraba en Madrid. Los acontecimientos previos a la guerra eran alarmantes para la Iglesia y sus miembros. La persecución religiosa se manifestó abiertamente con quema de iglesias y conventos y con amenazas a los sacerdotes, religiosos y fieles católicos. En estas circunstancias, a sor María de los Ángeles le apenaba la destrucción y amenazas que habían emprendido los perseguidores “por odio a la fe”, por todo lo relacionado con Dios y con la Iglesia. En la adoración a Jesús Sacramentado pedía por una solución a estos problemas y, firme en la fe, ofrecía, si esa era la voluntad de Dios, su vida en martirio por el triunfo de Cristo.

Cuando las religiosas vieron la necesidad de salir del convento vestidas de seglares se encontraban con el nerviosismo típico del momento, sor María de los Ángeles con serenidad las tranquilizaba a la vez que les decía: «Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto...» Es decir, lamentaba más la persecución y destrucción de lo religioso que el que la matasen.

El día 20 de julio de 1936 las religiosas salieron vestidas de seglares del convento. A sor María de los Ángeles le tocó refugiarse en la vivienda de una familia en la calle Monte Esquinza número 24. Desde allí, por la proximidad, vio el saqueo de la iglesia y del convento, y la destrucción de imágenes objetos de culto. En este refugio permaneció hasta el día 25 de agosto por la tarde, en que los milicianos anárquicos, por acusación del portero, que era de ellos, fueron a detenerla.

En el momento de la detención, apresaron a doña Amparo, hermana de la dueña de la casa que le acogía, y sor María de los Ángeles llevada por caridad y bondad, dijo a los milicianos: “esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo”. Con estas palabras confesó su condición de religiosa y salvó la vida a esta señora.

Detenida la llevaron a la checa de Bellas Artes y el día 26 de agosto de 1936, al anochecer, según acostumbraban los perseguidores en los primeros meses de la guerra, le dieron el “paseillo” a la Dehesa de la Villa donde la fusilaron, pues a la mañana del día siguiente el Poder Judicial levantó el cadáver.

Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de la Almudena y después de la guerra, el 20 de mayo de 1941, fueron exhumados y trasladados al panteón de las Hermanas del Culto Eucarístico del mismo cementerio, de donde el 19 de diciembre de 1985 fueron trasladados al convento de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de la calle Blanca de Navarra, número 9, de Madrid. Y recientemente, el 3 de febrero de 2005, han sido colocados en la iglesia capilla de este convento.

El proceso de canonización por martirio en su fase diocesana fue abierto en Madrid el 28 de abril de 1987, y clausurado, también en Madrid, el 23 de marzo de 1990. El 19 de abril de 2004, su Santidad Juan Pablo II aprobó la publicación del decreto sobre el martirio para su beatificación.

(fuente: www.vatican.va)

domingo, 25 de agosto de 2013

25 Agosto: Beata María de Jesús Crucificado

María Baouardy nació en Abellin en Galilea el 5 de enero de 1846, de padres muy pobres pero honrados y piadosos cristianos greco-católicos. Habiendo quedado huérfana de padres a sólo tres años de edad, fue confiada junto con su hermano Pablo a un tío paterno, que se trasladó a Alejandría de Egipto algunos años después. No recibió ninguna instrucción escolar: era analfabeta. A los trece años, por el deseo de pertenecer sólo a Dios, rechaza con fortaleza el matrimonio, que según la costumbre oriental, le había preparado su tío. Siguen después años en los que trabaja como criada en Alejandría, Jerusalén, Beirut y Marsella.

Aquí, al inicio de la cuaresma de 1865, entró en las Hermanas de la Compasión, pero habiendo caído enferma debió abandonarlas dos meses después. Fue acogida después en el Instituto de las Hermanas de San José de la Aparición, pero después de dos años de postulante no fue admitida, juzgándosela más apta para la vida claustral. Fue así como el 14 de junio de 1867 llegó al Carmelo de Pau. El 21 de agosto de 1870, aun novicia, partió para la India para la fundación de un Carmelo en Mangalor. El 21 de noviembre de 1871 hizo su profesión religiosa. Un año después regresa de nuevo a Pau, desde donde salió con otras religiosas en agosto de 1875 para Belén, para la fundación del primer Carmelo en tierras de Palestina. Murió el 26 de agosto de 1878 en Belén a causa de una gangrena contraída a raíz de una fractura producida por una caída. Fue beatificada por Juan Pablo II el 13 de noviembre de 1983.

 (fuente: ocarm.org)

sábado, 24 de agosto de 2013

24 de agosto: San Bartolomé, apóstol

Jesús ha empezado a reunir sus discípulos. Camina por las riberas del Jordán buscando a los que han sido predestinados desde el principio. Para uno tiene una mirada, para otro un ruego, para otro un mandato. Como entonces en los alrededores del lago, así camina también ahora a través del mundo; pasa reuniendo sus santos, sus doctores, sus vírgenes, sus misioneros; pasa en el milagro, en un suceso providencial, en una oración, en un canto, en una ceremonia, en el murmullo de una procesión, en la sentencia de un libro, en la sonrisa de una mañana, en la voz de un amigo, en la lágrima de una madre, hasta en una flor o en una estrella. En aquella mañana de primavera, dice San Juan, dirigiéndose hacia Galilea, Jesús encontró a Felipe, y le dijo:

«Sígueme.» Con esta palabra llamaban los rabbís a los jóvenes que querían agrupar en torno a su cátedra. Felipe obedeció sin vacilar, siguió a Jesús, le escuchó y le consagró la lealtad de su pecho generoso. Pero Felipe tenía un amigo, y quiso hacerle participante de su felicidad. Corre en su busca y le encuentra debajo de una higuera. En los países soleados del Oriente, tres cosas son indispensables: aire, frescura y sombra. Este amable galileo, este noble hijo de Caná, como Santiago el Menor, sabe iluminar sus meditaciones con el ambiente puro y sereno de la mañana gozosa. Tal vez acaba de leer algún pasaje mesiánico de los profetas, y con el libro cerrado sobre las rodillas y los ojos fijos en el suelo, medita sobre el sentido del oráculo misterioso. Se nos presenta como un temperamento reflexivo y meditativo; y si no fuese irrespetuoso, diríamos que era un tanto romántico y soñador. De repente, la voz alborozada que viene a sacarle de su ensimismamiento: «¡Natanael, Natanael, hemos encontrado a aquel de quien hablaron Moisés y los profetas!» ¡Noticia prodigiosa! La que el solitario de la higuera parecía meditar en aquel mismo instante; la que aguardaban siglo tras siglo las generaciones de Israel. El corazón del amigo de Felipe se estremece de alegría, su cuerpo se yergue como sacudido por una descarga eléctrica, y el alma se le asoma a los ojos interrogante y expectante. «Es Jesús, hijo de José, de Nazareth.» ¡Qué desilusión! ¡Nazareth! Un nombre que no ha leído en su querida Biblia; un nombre oscuro, sin arraigo en la historia de Israel, sin importancia en sus tradiciones. ¡Si al menos le hubieran hablado de Belén! Además, todos en Galilea conocían la violencia, la tozudez y la rudeza de los nazarenos. Y al entusiasmo de su amigo responde Natanael con esta observación, que respira, más que la amargura del sarcasmo, la tristeza de la duda: «¿De Nazareth puede salir algo bueno?»

Pero Natanael es un hombre de buena voluntad, busca la verdad con sencillez, y sabe que para llegar hasta ella se necesita un alma generosa y esforzada. «Ven y verás», le dice su amigo; y él le sigue dócilmente. Y Jesús, al fijar sobre él su primera mirada, pudo pronunciar aquel elogio definitivo: «He aquí un verdadero israelita; un corazón leal y sin engaño.» Pero Natanael no se entrega, a pesar de esta alabanza, sino que dice fríamente: «¿De dónde me conoces?» Tiene pleno derecho para pedir un signo de su vocación, un apoyo de su fe; y Jesús se le da: «Antes que Felipe te llamase—le dice—, cuando estabas bajo la higuera, yo te veía.» Le veía y penetraba en lo más profundo de su corazón, inquieto por descubrir la luz y encontrar el verdadero camino. Conmovido por aquella revelación súbita, el noble galileo se rinde con toda la plenitud de su alma generosa, y hace su profesión de fe: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios; Tú eres el Rey de Israel.» Al fin había resuelto el problema que le inquietaba. Estaba delante del Mesías, que le perseguía en sus enseños y le inquietaba en sus lecturas. Pedro tardará más de dos años en formular su fe de una manera tan explícita. Dios se comunica siempre al que le busca honradamente y con pureza de intención. La línea recta es el camino más corto para llegar a Dios, y al mismo tiempo el más seguro.

Así entró Natanael, hijo de Tolmai, en el Colegio Apostólico. Entra para seguir a Jesús fielmente y silenciosamente. No habla, no discute, no duda; después de aquel gozoso descubrimiento, sólo piensa en una cosa: en gozar de su tesoro. Modesto, no le importa figurar entre sus compañeros; camina recogido, recoge las palabras del Maestro, y le mira con ojos admirativos y con gesto de adoración. Probablemente era el que menos valía para llevar la bolsa, y el Iscariote debía decir de él maliciosamente que andaba en las nubes. Los Evangelios ya no vuelven a decirnos nada de su historia. Sólo el nombre. Para los sinópticos es siempre el hijo de Tolmai, Bartolomé; San Juan no conoce, más que el nombre propio: Natanael. Sigue en la niebla hasta el fin de su vida. Ni sabemos siquiera cuál es la tierra que iluminó con su predicación y fecundó con su sangre. Cuando, en el siglo II, San Panteno, el fundador de la escuela de Alejandría, penetró en la India para anunciar el nombre de Cristo, le enseñaron el Evangelio caldaico de San Mateo, que, según decían los antiguos, había sido llevado a aquellas tierras por San Bartolomé. Rufino, en cambio, nos dice que evangelizó el reino de Etiopía. Otros le hacen el apóstol de la Arabia feliz y San Crisóstomo asegura que enseñó la templanza a los licaonios. Poco a poco las leyendas empiezan a ponerse de acuerdo, y desde el siglo XII todas admiten que, caminando de provincia en provincia.

San Bartolomé llegó a la Armenia superior, y que en una ciudad misteriosa, llamada Albanópolis, fue desollado vivo por un rey más misterioso todavía, llamado Astiages. Alguien, sin embargo, siguió diciendo que había sido degollado; pero los artistas prefirieron representarle con la piel a rastras y en la mano el cuchillo, instrumento de suplicio. En la época gótica se creyó que el hijo de Tolmai pertenecía a la regia estirpe de los Ptolomeos, y, naturalmente, el arte empezó a representarle con un aire especial de nobleza y majestad. La Leyenda Dorada hacía de él este retrato: «Su figura es blanca, sus ojos grandes, su nariz recta, su barba abundante y plateada; viste una túnica de púrpura y un manto blanco, decorado de piedras preciosas. Desde los veinte años lleva los mismos vestidos, siempre nuevos y brillantes. Los ángeles le acompañan en sus peregrinaciones. Su rostro es afable y sereno. Todo lo prevé y lo conoce, habla las lenguas de todos los pueblos y sabe lo que digo en este momento.»

(fuente: www.divvol.org)

viernes, 23 de agosto de 2013

23 de agosto: Beato Ladislao Findysz

(1907-1964)

Ladislao Findysz nace en Krościenko Niżne cerca de Krosno (Polonia) el 13 de diciembre de 1907 de Estanislao Findysz y Apolonia Rachwal, campesinos de antigua tradición católica. Al día siguiente, 14 de diciembre de 1907, nace a la vida de Gracia en la Iglesia parroquial de la Stma. Trinidad en Krosno.

En el año 1919 termina la Escuela Primaria, bajo la dirección de las Hermanas Felicianas (CSSF) en Krościenko Niżne e inicia los estudios de Secundaria en el Liceo Estatal. En esta época, de joven estudiante, entra en la Congregación Mariana. En mayo de 1927 realiza los exámenes de madurez y participa en un retiro espiritual para estudiantes. En el otoño de 1927 llega a Przemyśl, ingresa en el Seminario Mayor y comienza los estudios filosófico-teológicos en el mismo. Su formación sacerdotal tiene lugar bajo la guía del Rector, el Beato Juan Balicki. Como culminación de la misma recibe la ordenación sacerdotal el 19 el junio de 1932 en la Catedral de Przemyśl de manos de Mons. Anatol Nowak, Obispo de la Diócesis.

Tras un mes de vacaciones, el 1 de agosto de 1932, asume el encargo de segundo vicario parroquial en la Parroquia de Borysław (en la actual Ucrania). El 17 de septiembre de 1935 es nombrado vicario parroquial de Drohobycz (hoy perteneciente a Ucrania), y el 1 de agosto de 1937 es trasladado, también como vicario, a la Parroquia de Strzyżow, donde, el 22 de septiembre de 1939, es nombrado administrador de la misma. Seguidamente, el 10 de octubre de 1940, recibe el nombramiento de vicario en Jasło y el 8 de julio de 1941 el de administrador de la Parroquia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en Żmigród Nowy, siendo nombrado párroco de la misma al año siguiente, el 13 de agosto de 1942.

Entre el asiduo trabajo pastoral y las experiencias dolorosas de la guerra, han pasado para D. Ladislao tres años de vida pastoral en Żmigród Nowy. El 3 de octubre de 1944, como todos los habitantes, es expulsado por los alemanes. A su regreso, el 23 de enero de 1945, se dedica a reorganizar la parroquia.

Después de la guerra, bajo el gobierno comunista, son tiempos difíciles para su labor. Continua con la tarea de renovación moral y religiosa de la parroquia, se esfuerza por proteger a los fieles, sobre todo a los jóvenes, del programado e intensivo proceso de adoctrinamiento ateísta impulsado por el comunismo. Ayuda a todos los habitantes de la parroquia, incluso de forma material, independientemente de su nacionalidad o confesión religiosa. Además salva a numerosas familias de Łemki (greco-católicos) severamente perseguidos por la autoridad comunista que los amenazaba con expulsarlos sin piedad de sus casas.

El trabajo pastoral del Rvdo. Findysz se va haciendo muy incómodo para las autoridades comunistas. Hasta el año 1946, es vigilado por los servicios secretos. En 1952 las autoridades académicas lo suspenden del ejercicio de la enseñanza de la catequesis en la escuela. Además no se le permite trabajar en todo el territorio de su parroquia porque las autoridades del distrito rechazan por dos veces (en 1952 y en 1954) su petición del permiso de residencia en la zona fronteriza, donde se encontraba una parte de la parroquia.

Por parte de la autoridad eclesiástica es considerado un párroco de gran celo apostólico, recibe los honores del Expositorio Canonicali (1946), el Roquete y el Manteo (1957), año en el cual es nombrado Vicearcipreste del Arciprestazgo de Nowy Żmigród, siendo posteriormente, en 1962, Arcipreste del mismo.

En 1963 inicia la actividad pastoral de las “obras conciliares de bondad” (para el mantenimiento espiritual del Concilio Vaticano II), envía cartas a los feligreses en situación religiosa y moral irregular animándoles vivamente a poner sus vidas nuevamente en orden. Las autoridades comunistas reaccionan a esta acción con gran severidad y lo acusan de obligar a los fieles a prácticas y ritos religiosos. El 25 de noviembre de 1963, interrogado por el fiscal de Voivodato en Rzeszów, es arrestado y conducido a la cárcel en el Castillo de Rzeszów. Durante los días del 16 y 17 de diciembre de 1963 se desarrolla el proceso donde es condenado a dos años y seis meses de reclusión. El motivo de la investigación, acusación y condena se fundaba en el Decreto de tutela de la libertad de conciencia y de confesión del 5 de agosto de 1949 que, en manos de las autoridades comunistas, era un mero instrumento para la limitación y eliminación de la fe y de la Iglesia católica de la vida pública y privada de Polonia. Además es públicamente desacreditado, calumniado y condenado a través de publicaciones falsas en la prensa. En la cárcel del Castillo de Rzeszów es sometido a malos tratos y humillaciones físicas, psíquicas y espirituales. El 25 de enero de 1964 es trasladado a la Cárcel Central en la calle Montelupich de Cracovia.

Poco antes de ser arrestado (en septiembre de 1963), mediante una peligrosa operación, le habían extirpado el tiroides en el Hospital de Gorlice, quedando en un estado delicado de salud por el riesgo de complicaciones. Convaleciente, queda bajo observación médica a la espera de una segunda intervención, prevista para diciembre del mismo año, para extraerle un carcinoma en el esófago. La investigación, el proceso y las pruebas en la cárcel colaboran, sin duda, al desarrollo de la enfermedad, teniendo que ser ingresado en el hospital de la cárcel. Debido a la falta de cuidados y médicos especialistas y, sobre todo, al haberle impedido ser intervenido quirúrgicamente del carcinoma, su salud empeora notablemente, en pocas palabras, es condenado a una muerte lenta. La enfermedad, como certifican los exámenes médicos hechos en los hospitales de las cárceles de Rzeszów y de Cracovia, avanza continuamente. Ya en los resultados de los primeros exámenes clínicos (9 de diciembre 1964), el médico de la cárcel constataba un acceso en la garganta consecuencia, probablemente, del carcinoma que tenía en el esófago.

Desde el inicio de su condena a prisión, el abogado y la Curia Episcopal de Przemyśl recurrieron a la fiscalía y al tribunal de Rzeszów solicitando la suspensión del arresto por el estado precario de salud que amenazaba de muerte al Siervo de Dios. Las peticiones tantas veces denegadas, serán, sin embargo, aceptadas tan solo a finales de febrero de 1964 por parte del Tribunal Supremo de Varsovia.

Debido a las graves condiciones de salud en que se encontraba, el 29 de febrero de 1964 regresa desde la cárcel a Nowy Żmigród. Con gran paciencia y sumisión a la voluntad de Dios, soportando los sufrimientos de la enfermedad y el agotamiento, permanece en la casa parroquial. En abril es ingresado en el hospital especializado de Wrocław. A pesar de los cuidados, los exámenes clínicos confirman el diagnóstico del carcinoma entre el esófago y el estómago. Las investigaciones, las observaciones del hospital y los exámenes complementarios confirman que éste se encuentra en un estado que impide la intervención quirúrgica. A causa de un enfisema pulmonar recae en una fuerte anemia que lo destinaba a la muerte, el Rvdo. Findysz regresa a su casa.

Durante los meses de verano, en el Seminario Mayor de Przemyśl, participa en el retiro espiritual para sacerdotes: es su último retiro en preparación a su muerte.

La mañana del 21 de agosto de 1964, después de haber recibido los Sacramentos, muere en la casa parroquial de Nowy Żmigród, siendo enterrado en el cementerio parroquial de la misma el 24 de agosto. La misa del funeral fue presidida por Monseñor Estanislao Jakiel, Obispo Auxiliar de la Diócesis de Przemyśl, con la participación de 130 sacerdotes y numerosos fieles.

El 27 de junio de 2000, el Obispo di Rzeszów, Mons. Kazimierz Górny, tras numerosas peticiones por parte de los fieles, abre el proceso diocesano para la Beatificación del Rvdo. Ladislao Findysz. Tras la clausura del mismo, las actas son enviadas a Roma, a la Congregación de la Causa de los Santos, el 18 de octubre de 2002.

Durante la etapa romana de la causa de beatificación, los consultores teólogos así como los miembros de la Congregación reconocen que el Rvdo. Ladislao Findysz fue arrestado y condenado por las autoridades del régimen comunista por anunciar el Evangelio. Su encarcelamiento así como los sufrimientos físicos y espirituales soportados causaron su muerte, lo que permite reconocerlo como mártir de la fe. Esta decisión fue presentada y aprobada por el Santo Padre, en presencia del cual, el 20 de diciembre de 2004, se promulga el decreto de la Congregación de la Causa de los Santos que reconoce al Rvdo. Findysz mártir de la fe.

Esta es la primera causa de beatificación, ya concluida, presentada por el martirio de un Siervo de Dios que fue víctima del régimen comunista en Polonia. Además, es la primera causa de beatificación instruida por la Diócesis de Rzeszów.

(fuente: www.vatican.va)

jueves, 22 de agosto de 2013

22 de agosto: San Felipe Benizi

«Siervo de María, en cuya Orden ingresó a instancias de Ella. Fue un extraordinario apóstol de la concordia, restaurador de la paz. Cristo crucificado fue el libro de su vida»

Madrid, 22 de agosto de 2013 (Zenit.org) Procedía de la ilustre familia de los Benizi, de Florencia, donde nació el 15 de agosto de 1233. Ese día se fundó la Orden de los Servitas, un hecho providente que involucraría en su momento a Felipe. Fue hijo único, y muy deseado durante años. De su formación se ocupó un preceptor, y después cursó estudios en París y en Padua. Y aquí puede que se hubiera doctorado en medicina y filosofía a los 19 años, si bien la doble graduación académica es un dato que precisa ser corroborado. Inclinado a la vida espiritual asiduamente visitaba la iglesia de la Annunziata, regida por los servitas, ubicada en el barrio florentino de Cafaggio. Hallándose en templo, mientras se oficiaba la misa en la pascua de 1254 le aconteció un hecho extraordinario que supuso un giro copernicano para su vida. El texto evangélico que le movió a actuar está reflejado en los Hechos de los Apóstoles 8, 29, y pertenecía a la lectura del día. Cuando Felipe es instado por el Espíritu Santo para que evangelice al ministro de la reina de Etiopía con estas palabras: «Acércate y camina junto a su carro». Benizi las acogió como suyas. Vio en ellas un signo de la providencia que le llamaba por ese camino, lo cual fue corroborado cuando más tarde hallándose orando en sus aposentos tuvo un éxtasis. En él se halló transitando por un sendero farragoso y suplicó ayuda. Nuevamente escuchó la voz de la Virgen que iba al frente de un carro repitiendo las mismas palabras oídas en el templo, mientras le mostraba el hábito de los servitas. Un religioso que debía cerrar el templo, interrumpió el celeste instante justo cuando Felipe se disponía a dar cumplida respuesta a María. Se marchó algo incomodado por el hecho y estando en su casa volvió a escuchar la misma proposición de la Virgen. Estaba claro que la Madre le ampararía dentro de la Orden. Así que al día siguiente narró el hecho al prior de la comunidad ingresando en el convento de Cafaggio.

Fue recibido por Bonaldi, uno de los siete fundadores de la Orden, aunque buscando sosiego hubo de partir a Monte Senario. Allí se curtió en la oración y en las mortificaciones. Le agradaba la austeridad que llevaba siendo lego, trabajando en labores humildes, pero fue trasladado a Siena. Un día, el hermano que viajaban con él constató el rigor y altura de los argumentos que esgrimió para defender los dogmas, en una discusión entablada con unos dominicos. Quedó tan deslumbrado, especialmente porque la comunidad ignoraba la excepcional formación que poseía, que a pesar de sus reiteradas peticiones para que fuera absolutamente discreto, el religioso lo comunicó a los superiores. Éstos determinaron que la sabiduría de Benizi, unida a su modestia y piedad, era apta para otras misiones. Y en 1259, aunque hubiera preferido seguir una vida de anonimato, fue ordenado sacerdote. Luego sería maestro de novicios, definidor general, y general, aunque siempre tendió a ser eximido de estas responsabilidades que únicamente aceptó por obediencia. Siendo general reformó los estatutos de la Orden, y trabajó incansablemente por la conversión de todos.

Tenía una gran visión que era enriquecida por la gracia, de otro modo no habría vaticinado, como hizo, la santidad de personas que conocía tanto las que pertenecían a la Orden como otras foráneas. En 1269 estuvo a punto de ser elegido pontífice, sucesor de Clemente IV, pero movido por su sentimiento de indignidad, huyó y buscó refugio en una oquedad del monte Amiata. Allí entendió que debía difundir el amor a María. Volvió a reaparecer cuando se hizo pública la elección de Gregorio X. Después de viajar a Francia y Alemania en visita apostólica, regresó a Italia en 1272. Participó en el Concilio de Lyon con intervenciones memorables. A fuerza de insistente oración y fe libró a la fundación de la supresión que se cernía sobre ella junto a otras órdenes mendicantes. Inocencio V, tras el Concilio de Lyon de 1274 del que había emanado la indicación, comunicó al santo en 1276 la abolición de los servitas. Benizi tuvo la luz oportuna para enfocar la situación ante la Santa Sede de un modo que no peligrara su carisma inicial. Y lo logró. Se trasladó a Roma, pero Inocencio V falleció. Fue Juan XXI quien mantuvo la Orden con sus pilares primitivos.

El santo tuvo un papel esencial en la pacificación de varios estados italianos que se hallaban enemistados. Y con esta misión conciliadora viajó a Alemania a petición de Nicolás III. En 1283 fue maltratado en Forli con insultos y golpes como respuesta a una predicación en la que defendió la moral frente a la depravación. Con su virtud arrebató el arrepentimiento y conversión de su ofensor Peregrino Laziosi, que luego sería ejemplar religioso servita. Su ayuda fue decisiva para que Santa Juliana Falconieri pudiera fundar la Tercera Orden de las Siervas de María que impulsó por distintos puntos de Europa. Felipe abrió en Todi una casa para mujeres arrepentidas de su mala vida. Dos de ellas, que se hallaban entre las primeras acogidas, anteriormente habían querido tentarle, y él las convirtió. Incansable en su apostolado y en la confirmación de la fe de sus hermanos como no podía ir a pie porque su salud estaba ya muy debilitada viajaba en un borriquito que le proporcionaron. La Orden tenía diez mil religiosos cuando sintió que llegaba su última hora. Se refugió en Todi, musitando ante el altar de María: «Este será para siempre el lugar de mi reposo». Tenía un pequeño crucifijo, recuerdo de sus padres, que tomó en sus manos, diciendo: «Este es mi libro. Aquí es donde he aprendido el camino del cielo». Abrazado a la cruz, sintiendo la presencia de María, murió el 22 de agosto de 1285. Clemente X lo canonizó el 12 de abril de 1671.

Hoy la Iglesia celebra también la festividad de Santa María Reina.

(22 de agosto de 2013) © Innovative Media Inc.

miércoles, 21 de agosto de 2013

21 de agosto: San Pio X, Papa

CCLVII Papa

Martirologio Romano: Memoria del papa san Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina (1914).

Etimología: Pío = piadoso. Viene de la lengua latina.

Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.

En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos.

En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano. En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.

En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados. El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.

Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.

Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.

Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.

Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia). Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes suburbicarias.

La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas.

León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.

Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani. También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.

En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a Centroamérica.

Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.

(fuente: es.catholic.net)

martes, 20 de agosto de 2013

20 de agosto: San Bernardo de Claraval

(1090-1153)
Cisterciense, Doctor de la Iglesia

Fue el gran impulsor y propagador de la Orden Cisterciense y el hombre más importante del siglo XII en Europa.

Fundador del Monasterio Cisterciense del Claraval y de muchos otros.

Nació en Borgoña (Francia) en el año 1.090, en el Castillo Fontaines-les-Dijon. Sus padres eran los señores del Castillo y fue educado junto a sus siete hermanos como correspondía a la nobleza, recibiendo una excelente formación en latín, literatura y religión.

San Bernardo es, cronológicamente, el último de los Padres de la Iglesia, pero es uno de los que más impacto ha tenido en ella.

Fue declarado Santo en 1.173 por el Papa Alejandro III. Posteriormente, fue declarado Doctor de la Iglesia.


Su personalidad

Bernardo tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo. Amable, simpático, inteligente, bondadoso y alegre, incluso muy apuesto, pues sabemos que su hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el apelativo de "ojos grandes". Durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.


La visión que cambió su trayectoria

Una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban Harding lo aceptó con gran alegría.


Toda su familia ganada para Cristo.

Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y 30 compañeros de la Nobleza que dejaron todo para unirse a Cristo . Dicen que cuando llamaron a Nirvardo el hermano menor para anunciarle que se iban de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Con que ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se hizo religioso del Cister.

Antes de entrar al monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que deseaban entrar al convento para prepararlos durante varias semanas, entrenándolos acerca del modo de cómo debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en el monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el monasterio su padre. Su hermana Humbelina y su cuñado, de mutuo acuerdo decidieron también entrar en la vida religiosa. Posteriormente llegó también su hermana Humbelina a la gloria de los altares. Vemos en la historia la gran influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.

En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas espirituales de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.


Fundador de Claraval. 

En el convento del Cister demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa "valle claro" ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros, a los pocos años tenía 130 religiosos. De este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos. (Trois Fontaines, Fontenay, Foigny, etc.,).


Su Predicación.

Le llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.


Su amor a la Virgen Santísima.

Fue el gran enamorado de la Virgen Santísima. Se adelantó en su tiempo a considerarla medianera de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su Hijo Nuestro Señor . A San Bernardo se le deben las últimas palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María"., así como la bellísima oracion del "Acordaos" cuyo texto íntegro reproducimos en otro apartado de este texto). Tal era su Amor a la Virgen que teniendo costumbre de saludarla siempre que pasaba ante una imagen de ella con las palabras "Dios te Salve María", la imagen un día le contestó "Dios te salve, hijo mío Bernardo".

Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. El pueblo vibraba de emoción cuando le oía hablar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante:

Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial.

Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.

Así como también de entre sus numerosísimos libros y textos se halla el de unas reflexiones de gran importancia llamado "La Consideración" leído por varios Papas, entre ellos el Papa Juan XXIII.

En él propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados, no vayan a cometer el gravísimo error de descuidar la humildad y/o dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. En una de sus reflexiones, comenta:

"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación".

Las dos ideas fundamentales que nos transmite San Bernardo son:
1.- La mediación universal de la Virgen
2.- La necesidad filial de invocarla en todas las circunstancias.


Viajero infatigable

El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le dañó el aparato digestivo) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos. Exclamaba: "A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas" (ya en las noches pasaría luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).


Despedida gozosa.

Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ejemplo hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba: "Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca".

Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante, y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a su eternidad feliz, el 20 de agosto del año 1153. Tenía 63 años.


ANÉCDOTA

Le sucedió a San Bernardo, siendo muy joven, cuando todavía no había entrado en la vida monástica. Bernardo era muy guapo, de porte elegante y alto.

En cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, por lo que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa. La dueña los recibió bien, e insistió en que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche, la mujer se presentó en la habitación con intenciones deshonestas. Bernardo, en cuanto se dio cuenta de lo que se avecinaba, fingió con gran presencia de ánimo creer que se trataba de un intento de robo, y con toda su fuerza empezó a gritar: -¡Ladrones, ladrones! La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo, contestó con toda tranquilidad:

-No fue ningún sueño. El ladrón entró indudablemente en la habitación, pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor."


ORACIÓN

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, reclamando vuestra asistencia, haya sido desamparado de Vos.

Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes; y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

(fuente: webcatolicodejavier.org)
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