Un hogar luminoso y alegre
Josemaría Escrivá de Balaguer nace en Barbastro (España), el 9 de enero de 1902, segundo de los seis hijos que tuvieron José Escrivá y María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, le llevaron a la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le transmitieron —en primer lugar, con su vida ejemplar— los fundamentos de la fe y las virtudes cristianas: el amor a la Confesión y a la Comunión frecuentes, el recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima, la ayuda a los más necesitados.
El Beato Josemaría crece como un niño alegre, despierto y sencillo, travieso, buen estudiante, inteligente y observador. Tenía mucho cariño a su madre y una gran confianza y amistad con su padre, quien le invitaba a que con libertad le abriese el corazón y le contase sus preocupaciones, estando siempre disponible para responder a sus consultas con afecto y prudencia. Muy pronto, el Señor comienza a templar su alma en la forja del dolor: entre 1910 y 1913 mueren sus tres hermanas más pequeñas, y en 1914 la familia experimenta, además, la ruina económica. En 1915, los Escrivá se trasladan a Logroño, donde el padre ha encontrado un empleo que le permitirá sostener modestamente a los suyos.
En el invierno de 1917-18 tiene lugar un hecho que influirá decisivamente en el futuro de Josemaría Escrivá: durante las Navidades, cae una intensa nevada sobre la ciudad, y un día ve en el suelo las huellas heladas de unos pies sobre la nieve; son las pisadas de un religioso carmelita que caminaba descalzo. Entonces, se pregunta: —Si otros hacen tantos sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecerle algo? De este modo, surge en su alma una inquietud divina: Comencé a barruntar el Amor, a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor. Sin saber aún con precisión qué le pide el Señor, decide hacerse sacerdote, porque piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la voluntad divina.
La ordenación sacerdotal
Terminado el Bachillerato, comienza los estudios eclesiásticos en el Seminario de Logroño y, en 1920, se incorpora al de Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completará su formación previa al sacerdocio. En la capital aragonesa cursa también —por sugerencia de su padre y con permiso de los superiores eclesiásticos— la carrera universitaria de Derecho. Su carácter generoso y alegre, su sencillez y serenidad hacen que sea muy querido entre sus compañeros. Su esmero en la vida de piedad, en la disciplina y en el estudio sirve de ejemplo a todos los seminaristas, y en 1922, cuando sólo tenía veinte años, el Arzobispo de Zaragoza le nombra Inspector del Seminario.
Durante aquel periodo transcurre muchas horas rezando ante el Señor Sacramentado —enraizando hondamente su vida interior en la Eucaristía— y acude diariamente a la Basílica del Pilar, para pedir a la Virgen que Dios le muestre qué quiere de él: Desde que sentí aquellos barruntos de amor de Dios —afirmaba el 2 de octubre de 1968—, dentro de mi poquedad busqué realizar lo que El esperaba de este pobre instrumento. (...) Y, entre aquellas ansias, rezaba, rezaba, rezaba en oración continua. No cesaba de repetir: Domine, ut sit!, Domine, ut videam!, como el pobrecito del Evangelio, que clama porque Dios lo puede todo. ¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea! Y también repetía, (...) lleno de confianza hacia mi Madre del Cielo: Domina, ut sit!, Domina, ut videam! La Santísima Virgen siempre me ha ayudado a descubrir los deseos de su Hijo.
El 27 de noviembre de 1924 fallece don José Escrivá, víctima de un síncope repentino. El 28 de marzo de 1925, Josemaría es ordenado sacerdote por Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, en la iglesia del Seminario de San Carlos de Zaragoza, y dos días después celebra su primera Misa solemne en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar; el 31 de ese mismo mes, se traslada a Perdiguera, un pequeño pueblo de campesinos, donde ha sido nombrado regente auxiliar en la parroquia.
En abril de 1927, con el beneplácito de su Arzobispo, comienza a residir en Madrid para realizar el doctorado en Derecho Civil, que entonces sólo podía obtenerse en la Universidad Central de la capital de España. Aquí, su celo apostólico le pone pronto en contacto con gentes de todos los ambientes de la sociedad: estudiantes, artistas, obreros, intelectuales, sacerdotes. En particular, se entrega sin descanso a los niños, enfermos y pobres de las barriadas periféricas.
Al mismo tiempo, sostiene a su madre y hermanos impartiendo clases de materias jurídicas. Son tiempos de grandes estrecheces económicas, vividos por toda la familia con dignidad y buen ánimo. El Señor le bendijo con abundantes gracias de carácter extraordinario que, al encontrar en su alma generosa un terreno fértil, produjeron abundantes frutos de servicio a la Iglesia y a las almas.
Fundación del Opus Dei
El 2 de octubre de 1928 nace el Opus Dei. El Beato Josemaría está realizando unos días de retiro espiritual, y mientras medita los apuntes de las mociones interiores recibidas de Dios en los últimos años, de repente ve —es el término con que describirá siempre la experiencia fundacional— la misión que el Señor quiere confiarle: abrir en la Iglesia un nuevo camino vocacional, dirigido a difundir la búsqueda de la santidad y la realización del apostolado mediante la santificación del trabajo ordinario en medio del mundo sin cambiar de estado. Pocos meses después, el 14 de febrero de 1930, el Señor le hace entender que el Opus Dei debe extenderse también entre las mujeres.
Desde este momento, el Beato Josemaría se entrega en cuerpo y alma al cumplimiento de su misión fundacional: promover entre hombres y mujeres de todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de seguimiento de Cristo, de amor al prójimo, de búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. No se considera un innovador ni un reformador, pues está convencido de que Jesucristo es la eterna novedad y de que el Espíritu Santo rejuvenece continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha suscitado Dios el Opus Dei. Sabedor de que la tarea que le ha sido encomendada es de carácter sobrenatural, hunde los cimientos de su labor en la oración, en la penitencia, en la conciencia gozosa de la filiación divina, en el trabajo infatigable. Comienzan a seguirle personas de todas las condiciones sociales y, en particular, grupos de universitarios, en quienes despierta un afán sincero de servir a sus hermanos los hombres, encendiéndolos en el deseo de poner a Cristo en la entraña de todas las actividades humanas mediante un trabajo santificado, santificante y santificador. Éste es el fin que asignará a las iniciativas de los fieles del Opus Dei: elevar hacia Dios, con la ayuda de la gracia, cada una de las realidades creadas, para que Cristo reine en todos y en todo; conocer a Jesucristo; hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios. Se comprende así que pudiera exclamar: Se han abierto los caminos divinos de la tierra.
Expansión apostólica
En 1933, promueve una Academia universitaria porque entiende que el mundo de la ciencia y de la cultura es un punto neurálgico para la evangelización de la sociedad entera. En 1934 publica —con el título de Consideraciones espirituales— la primera edición de Camino, libro de espiritualidad del que hasta ahora se han difundido más de cuatro millones y medio de ejemplares, con 372 ediciones, en 44 lenguas.
El Opus Dei está dando sus primeros pasos cuando, en 1936, estalla la guerra civil española. En Madrid arrecia la violencia antirreligiosa, pero don Josemaría, a pesar de los riesgos, se prodiga heroicamente en la oración, en la penitencia y en el apostolado. Es una época de sufrimiento para la Iglesia; pero también son años de crecimiento espiritual y apostólico y de fortalecimiento de la esperanza. En 1939, terminado el conflicto, el Fundador del Opus Dei puede dar nuevo impulso a su labor apostólica por toda la geografía peninsular, y moviliza especialmente a muchos jóvenes universitarios para que lleven a Cristo a todos los ambientes y descubran la grandeza de su vocación cristiana. Al mismo tiempo se extiende su fama de santidad: muchos Obispos le invitan a predicar cursos de retiro al clero y a los laicos de las organizaciones católicas. Análogas peticiones le llegan de los superiores de diversas órdenes religiosas, y él accede siempre.
En 1941, mientras se encuentra predicando un curso de retiro a sacerdotes de Lérida, fallece su madre, que tanto había ayudado en los apostolados del Opus Dei. El Señor permite que se desencadenen también duras incomprensiones en torno a su figura. El Obispo de Madrid, S.E. Mons. Eijo y Garay, le hace llegar su más sincero apoyo y concede la primera aprobación canónica del Opus Dei. El Beato Josemaría sobrelleva las dificultades con oración y buen humor, consciente de que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos» (2 Tm 3,12), y recomienda a sus hijos espirituales que, ante las ofensas, se esfuercen en perdonar y olvidar: callar, rezar, trabajar, sonreír.
En 1943, por una nueva gracia fundacional que recibe durante la celebración de la Misa, nace —dentro del Opus Dei— la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se podrán incardinar los sacerdotes que proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena pertenencia de fieles laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la orgánica cooperación de unos y otros en sus apostolados, es un rasgo propio del carisma fundacional, que la Iglesia ha confirmado en 1982, al determinar su definitiva configuración jurídica como Prelatura personal. El 25 de junio de 1944 tres ingenieros —entre ellos Álvaro del Portillo, futuro sucesor del Fundador en la dirección del Opus Dei— reciben la ordenación sacerdotal. En lo sucesivo, serán casi un millar los laicos del Opus Dei que el Beato Josemaría llevará al sacerdocio.
La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz —intrínsecamente unida a la Prelatura del Opus Dei— desarrolla también, en plena sintonía con los Pastores de las Iglesias locales, actividades de formación espiritual para sacerdotes diocesanos y candidatos al sacerdocio. Los sacerdotes diocesanos también pueden formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, manteniendo inalterada su pertenencia al clero de las respectivas diócesis.
Espíritu Romano y universal
Apenas vislumbró el fin de la guerra mundial, el Beato Josemaría comienza a preparar el trabajo apostólico en otros países, porque —insistía— quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña universal, católica. En 1946 se traslada a Roma, con el fin de preparar el reconocimiento pontificio del Opus Dei. El 24 de febrero de 1947, Pío XII concede el decretum laudis; y el 16 de junio de 1950, la aprobación definitiva. A partir de esta fecha, también pueden ser admitidos como Cooperadores del Opus Dei hombres y mujeres no católicos y aun no cristianos, que ayuden con su trabajo, su limosna y su oración a las labores apostólicas.
La sede central del Opus Dei queda establecida en Roma, para subrayar de modo aún más tangible la aspiración que informa todo su trabajo: servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, en estrecha adhesión a la cátedra de Pedro y a la jerarquía eclesiástica. En repetidas ocasiones, Pío XII y Juan XXIII le hacen llegar manifestaciones de afecto y de estima; Pablo VI le escribirá en 1964 definiendo el Opus Dei como «expresión viva de la perenne juventud de la Iglesia».
También esta etapa de la vida del Fundador del Opus Dei se ve caracterizada por todo tipo de pruebas: a la salud afectada por tantos sufrimientos (padeció una grave forma de diabetes durante más de diez años: hasta 1954, en que se curó milagrosamente), se añaden las estrecheces económicas y las dificultades relacionadas con la expansión de los apostolados por el mundo entero. Sin embargo, su semblante rebosa siempre alegría, porque la verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre. Su permanente buen humor es un continuo testimonio de amor incondicionado a la voluntad de Dios.
El mundo es muy pequeño, cuando el Amor es grande: el deseo de inundar la tierra con la luz de Cristo le lleva a acoger las llamadas de numerosos Obispos que, desde todas las partes del mundo, piden la ayuda de los apostolados del Opus Dei a la evangelización. Surgen proyectos muy variados: escuelas de formación profesional, centros de capacitación para campesinos, universidades, colegios, hospitales y dispensarios médicos, etc. Estas actividades —un mar sin orillas, como le gusta repetir—, fruto de la iniciativa de cristianos corrientes que desean atender, con mentalidad laical y sentido profesional, las concretas necesidades de un determinado lugar, están abiertas a personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales, porque su clara identidad cristiana se compagina siempre con un profundo respeto a la libertad de las conciencias.
En cuanto Juan XXIII anuncia la convocatoria de un Concilio Ecuménico, comienza a rezar y a hacer rezar por el feliz éxito de esa gran iniciativa que es el Concilio Ecuménico Vaticano II, como escribe en una carta de 1962. En aquellas sesiones, el Magisterio solemne confirmará aspectos fundamentales del espíritu del Opus Dei: la llamada universal a la santidad; el trabajo profesional como medio de santidad y apostolado; el valor y los límites legítimos de la libertad del cristiano en las cuestiones temporales, la Santa Misa como centro y raíz de la vida interior, etc. El Beato Josemaría se encuentra con numerosos Padres conciliares y Peritos, que ven en él un auténtico precursor de muchas de las líneas maestras del Vaticano II. Profundamente identificado con la doctrina conciliar, promueve diligentemente su puesta en práctica a través de las actividades formativas del Opus Dei en todo el mundo.
Santidad en medio del mundo
De lejos —allá, en el horizonte— el cielo se junta con la tierra. Pero no olvides que donde de veras la tierra y el cielo se juntan es en tu corazón de hijo de Dios. La predicación del Beato Josemaría subraya constantemente la primacía de la vida interior sobre la actividad organizativa: Estas crisis mundiales son crisis de santos, escribió en Camino; y la santidad requiere siempre esa compenetración de oración, trabajo y apostolado que denomina unidad de vida y de la que su propia conducta constituye el mejor testimonio.
Estaba profundamente convencido de que para alcanzar la santidad en el trabajo cotidiano, es preciso esforzarse para ser alma de oración, alma de profunda vida interior. Cuando se vive de este modo, todo es oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentando ese trato continuo con Él, de la mañana a la noche. Todo trabajo puede ser oración, y todo trabajo, que es oración, es apostolado.
La raíz de la prodigiosa fecundidad de su ministerio se encuentra precisamente en la ardiente vida interior que hace del Beato Josemaría un contemplativo en medio del mundo: una vida interior alimentada por la oración y los sacramentos, que se manifiesta en el amor apasionado a la Eucaristía, en la profundidad con que vive la Misa como el centro y la raíz de su propia vida, en la tierna devoción a la Virgen María, a San José y a los Ángeles Custodios; en la fidelidad a la Iglesia y al Papa.
El encuentro definitivo con la Santísima Trinidad
En los últimos años de su vida, el Fundador del Opus Dei emprende viajes de catequesis por numerosos países de Europa y de América Latina: en todas partes, mantiene numerosas reuniones de formación, sencillas y familiares —aun cuando con frecuencia asisten miles de personas para escucharlo—, en las que habla de Dios, de los sacramentos, de las devociones cristianas, de la santificación del trabajo, de amor a la Iglesia y al Papa. El 28 de marzo de 1975 celebra el jubileo sacerdotal. Aquel día su oración es como una síntesis de toda su vida: A la vuelta de cincuenta años, estoy como un niño que balbucea: estoy comenzando, recomenzando, en mi lucha interior de cada jornada. Y así, hasta el final de los días que me queden: siempre recomenzando.
El 26 de junio de 1975, a mediodía, el Beato Josemaría muere en su habitación de trabajo, a consecuencia de un paro cardiaco, a los pies de un cuadro de la Santísima Virgen a la que dirige su última mirada. En ese momento, el Opus Dei se encuentra presente en los cinco continentes, con más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades. Las obras de espiritualidad de Mons. Escrivá de Balaguer (Camino, Santo Rosario, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, Amigos de Dios, La Iglesia, nuestra Madre, Via Crucis, Surco, Forja) se han difundido en millones de ejemplares.
Después de su fallecimiento, un gran número de fieles pide al Papa que se abra su causa de canonización. El 17 de mayo de 1992, en Roma, S.S. Juan Pablo II eleva a Josemaría Escrivá a los altares, en una multitudinaria ceremonia de beatificación. El 21 de septiembre de 2001, la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos miembros de la Congregación para las Causas de los Santos, confirma unánimemente el carácter milagroso de una curación y su atribución al Beato Josemaría. La lectura del relativo decreto sobre el milagro ante el Romano Pontífice, tiene lugar el 20 de diciembre. El 26 de febrero de 2002, Juan Pablo II preside el Consistorio Ordinario Público de Cardenales y, oídos los Cardenales, Arzobispos y Obispos presentes, establece que la ceremonia de Canonización del Beato Josemaría Escrivá se celebre el 6 de octubre de 2002.
Cronología de la causa de canonización
1975-1980: Desde la muerte de Mons. Escrivá de Balaguer, acaecida el 26 de junio de 1975, la Postulación de la Causa recibe un gran número de testimonios en los que personas de diversos países recogen los recuerdos del trato que tuvieron con Josemaría Escrivá. También comienzan a llegar miles de narraciones de favores atribuidos a su intercesión, que ponen de manifiesto la extensión de la devoción privada a Josemaría Escrivá..
1980: En conformidad con el plazo establecido por las normas de la Congregación para las Causas de los Santos, al cumplirse el quinto aniversario de la muerte de Mons. Escrivá, la Postulación solicita la introducción de la causa de Beatificación y Canonización. La petición se presenta en el Vicariato de Roma, donde correspondía hacerlo por haber fallecido Mons. Escrivá en esa ciudad.
1981: El 30 de enero, la Congregación para las Causas de los Santos, tras un detenido estudio de la documentación que le ha presentado el Vicariato de Roma, da el Nihil obstat para que el Cardenal Vicario promulgue el Decreto de introducción de la causa. El 5 de febrero, el Papa ratifica la decisión de la Congregación, y el 19 de febrero, el Card. Poletti, Vicario de Roma, publica el correspondiente Decreto.
El 14 de marzo, la Congregación da su conformidad para que, además del Tribunal que se constituirá en el Vicariato de Roma, el Arzobispo de Madrid erija otro para recibir las declaraciones de los testigos que residen en España o prefieran testificar en español.
El 12 de mayo tiene lugar en Roma la apertura del proceso romano sobre la vida y virtudes del Siervo de Dios. El 18 de mayo se abre en Madrid, bajo la presidencia del Card. Enrique y Tarancón, el proceso que ha de llevar a cabo el Tribunal constituido en esta diócesis.
1982: El 21 de enero, el Card. Enrique y Tarancón preside la constitución de otro Tribunal que instruirá un proceso para estudiar una presunta curación milagrosa y su atribución a la intercesión del Siervo de Dios. El hecho ocurrió en 1976, en la persona de una religiosa que estaba enferma de cáncer en fase terminal y recuperó la salud repentinamente. El 3 de abril, también con la presidencia del Arzobispo de Madrid, se clausura este proceso, y la copia auténtica de sus actas se envía a la Congregación para las Causas de los Santos.
1984: El 26 de junio, Mons. Angel Suquía, nuevo Arzobispo de Madrid, preside la última sesión del proceso madrileño sobre la vida y virtudes del Siervo de Dios. Una copia completa y auténtica de las actas se entrega a la Congregación para las Causas de los Santos.
El 20 de noviembre, la Congregación para las Causas de los Santos, en su Congreso Ordinario, decreta la validez del proceso del milagro.
1986: El 8 de noviembre se concluye, con la presidencia del Cardenal Vicario de Roma, el proceso romano sobre la vida y virtudes del Siervo de Dios. La Postulación comienza la elaboración de la Positio, el conjunto de documentos que han de presentarse al examen de la Congregación para las Causas de los Santos. En la Positio se recogen las pruebas obtenidas en los dos procesos –de Roma y Madrid, respectivamente–, se realiza un estudio crítico sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios y se añade abundante documentación complementaria. La Postulación hace este trabajo bajo la dirección del P. Ambrogio Eszer, O.P., Relator de la Congregación para las Causas de los Santos.
1987: El 3 de abril, el Congreso Ordinario de la Congregación para las Causas de los Santos da el Decreto de Validez de los dos procesos instruidos sobre la heroicidad de virtudes del Siervo de Dios (el de Roma y el de Madrid); es decir, declara que los considera hechos conforme a derecho.
1988: En junio se termina la elaboración de la Positio sobre la vida y virtudes del Siervo de Dios. El documento, que abarca cuatro volúmenes con un total de 6.000 páginas, se entrega a la Congregación para las Causas de los Santos para su estudio definitivo.
1989: El 19 de septiembre, la Positio obtiene el voto afirmativo del Congreso de Consultores de la Congregación
1990: El 20 de marzo vota también afirmativamente sobre la Positio la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 9 de abril, el Papa ordena que se publique el Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios. Una vez promulgado este Decreto, la Postulación puede presentar a la Congregación la Positio del proceso sobre la curación presuntamente milagrosa que había sido instruido en Madrid.
El 30 de junio, la Consulta Médica de la Congregación concluye, en su informe técnico, que aquella curación no es explicable por causas naturales. El 14 de julio, el Congreso de Consultores Teólogos, tras examinar el caso, se pronuncia a favor del carácter milagroso de la curación y de su atribución a la intercesión del Siervo de Dios.
1991: El 18 de junio, la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos examina la documentación sobre el presunto milagro y da su voto afirmativo. El 6 de julio, el Papa ordena que se extienda el Decreto en que se declara que esa curación es milagrosa. Cumplidos así todos los requisitos que establece la legislación sobre las causas de los Santos, el Papa decide proceder a la Beatificación.
1992: El 17 de mayo, en Roma, Juan Pablo II beatifica a Josemaría Escrivá de Balaguer.
1993: La Postulación de la Causa tiene noticia de la curación del Dr. Manuel Nevado Rey a través de una carta del 15 de marzo de 1993. Con la colaboración del interesado, se recogen documentos y se realiza un estudio exhaustivo de la enfermedad que había padecido el Dr. Nevado. Una vez alcanzada la certeza del carácter extraordinario de la curación, el 30 de diciembre la Postulación entrega al Obispo de Badajoz –diócesis del sur de España– la documentación recogida con la petición que se instruyera el correspondiente Proceso sobre el milagro.
1994: La investigación diocesana se lleva a cabo en la Curia episcopal de Badajoz desde el 12 de mayo al 4 de julio de 1994. Tras el envío a Roma de las actas procesales, el primer paso que se cumple en la Congregación para las Causas de los Santos es su estudio formal.
1996: La Congregación sanciona el 26 de abril de 1996, que el Proceso se había realizado en el pleno respeto de las normas y de la praxis jurídica vigentes (decreto de validez).
1997: Con fecha 10 de julio de 1997, la Consulta médica de la Congregación para las Causas de los Santos afirma, por unanimidad, que la curación del Dr. Nevado de "cancerización de radiodermitis crónica grave en su 3º estadio, en fase de irreversibilidad" fue "muy rápida, completa y duradera; científicamente inexplicable".
1998: El 9 de enero de 1998, los Consultores Teólogos de la Congregación, llamados a pronunciarse sobre el carácter preternatural de esa curación y sobre la relación causal entre la invocación del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer y la desaparición de la enfermedad, lo hacen con voto positivo unánime.
2001: Con fecha 21 de septiembre, la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos miembros de la Congregación, confirma unánimemente el carácter milagroso de la curación del Dr. Nevado y su atribución al Beato Josemaría Escrivá. La lectura del relativo decreto sobre el milagro tiene lugar el día 20 de diciembre, ante el Papa.
2002: El 26 de febrero, el Papa preside un Consistorio Ordinario Público de Cardenales para aprobar las canonizaciones de varios beatos. Entre ellas figura la de Josemaría Escrivá, que queda fijada para el 6 de octubre de 2002.
No hay comentarios:
Publicar un comentario