Nunca en el Evangelio, Cristo invita a la tristeza o a la melancolía. Todo lo contrario, hace accesible una alegría apacible, e incluso un júbilo en el Espíritu Santo.
Este joven anacoreta murió en 1363. Se le conoce gracias a una amplia “Vida” escrita por el patriarca de Constantinopla Calixto I(1350-1363).
Fue su amigo hasta la muerte. Es posible que fuera originario de Bulgaria y que naciera en Turnovo.
Desde joven entró en el monasterio de san Nicolás, en el que mostró un gran sentido de la obediencia, humildad y tenacidad.
Buscando mayor perfección personal, se fue al de la Señora situado en la Montaña Sagrada.
Sus deseos no se vieron cumplidos y entonces fue pasando de uno a otro hasta que se enteró que había venido un monje santo procedente de del monasterio del Monte Atos.
Este monje tuvo que huir de las invasiones turcas. Se estableció en Paroria y construyó un centro de espiritualidad.
Junto a él encontró la alegría con que soñaba. Fue uno de sus amigos más íntimos y fiel seguidor de sus reglas para, con ellas, alcanzar la santidad.
Le encantaba la invocación frecuente a Jesús.
Poco a poco aprendió a orar con total inmovilidad, buscando la unión perfecta con Dios.
A pesar de los ataques turcos, él no perdía la calma. Más de una vez, por mandato de sus superiores, tuvo que ir al rey de Bulgaria pidiendo ayuda y protección. Lo hicieron abad pero por poco tiempo. Lo suyo seguía siendo la inquietud de buscar siempre el lugar idóneo para desarrolla su santidad. Fundó el monasterio de Kafaralevo, verdadera escuela y centro de literatura búlgara.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
(fuente: es.catholic.net)
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