Nació en Castel Neuf, Valence (Francia) en 1052. No tuvo la suerte de tener un padre como debe ser. Se casó por dos veces. Vivió casi toda su vida entregado al mal y al vicio. Pero al final de su vida, al darse cuenta de los errores que había cometido y siendo ya viudo, entró en la Cartuja en la que murió muy anciano, reconfortado con los auxilios espirituales de su hijo que, a la sazón, era ya obispo.
Debido a sus dotes intelectuales tomó parte en el Sínodo de Avignon aunque todavía no era sacerdote. Fue en esta reunión en la que le pidieron que se ordenara. Ante su timidez, el Delegado del Papa le convenció y al terminar dicho encuentro, se fue a Roma con el delegado para que el mismo Papa lo consagrara obispo a los 28 años. Grenoble fue su primera sede episcopal.
Aquí pasó lo suyo. En parte por su timidez y, en parte, porque la corrupción que había era enorme. Los mismos clérigos adquirían sus cargos mediante dinero. Descuidaban al pueblo ignorante.
También tuvo otras alegrías, como por ejemplo, conocer a san Bruno, el fundador de los cartujos. Desde que lo vio, se convirtió en su director espiritual.
No mucho tiempo después enfermó del estómago por los malos ratos que le hacían pasar los sacerdotes simoníacos. En este estado le pidió al Papa varias veces su renuncia que jamás fue aceptada. Le solía decir: " Prefiero a Hugo de obispo, viejo, débil y enfermo antes que a otro joven y lleno de salud".
Siempre, a lo largo de la Historia de la Iglesia, ha sido muy difícil llevar a cabo reformas. Un ejemplo palpable se encuentra en Hugo. Sus enemigos se alegraron cuando perdió la memoria. Tan sólo recordaba la oración del Padrenuestro y los Salmos.
En este estado de cosas y ya muy enfermo, entregó su alma a Dios cuando iba a cumplir los 80 años. Era el 1 de abril del año 1132.
Y cosa curiosa en la vida de la misma Iglesia: el Papa lo declaró santo a los dos años de su muerte.
(fuente: www.donbosco.es)
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