Nació en Dalmacia (de ahí el sobrenombre de Ilírico), más probablemente en Zara (según otros en Estridonio) hacia 1400, hijo de Leonardo y Beatriz Varinguer. De unos veinte años de edad entró a la Orden de los Hermanos Menores en Zara, en calidad de hermano religioso.
En 1438 acompañó a Italia a su provincial; al llegar a Bari, pidió y obtuvo el poder permanecer en dicha provincia. Vivió doce años en diversos conventos y luego fue destinado a Bitetto, donde, salvo breves temporadas, permaneció hasta su muerte, por lo cual se le apoda también de Bitetto. Ejercitó principalmente el oficio de limosnero, y de esta forma ejerció un fructuoso apostolado; se distinguió por su caridad heroica durante la peste de 1482. Obró prodigios, algunos de ellos un tanto extraños y dignos del mundo de las «Florecillas». Los habitantes de la Apulia del siglo XV, durante 40 años vieron y admiraron al humilde penitente fray Jaime recorrer sus caminos, tocar de puerta en puerta, para pedir la limosna en el nombre del Señor y dar a cambio una palabra de aliento que brotaba de su gran corazón rebosante de caridad divina.
Sólo Dios sabe cuánto bien hizo él con el buen ejemplo y con la palabra sencilla y persuasiva. El nombre de nuestro Beato ha permanecido ligado a la gruta de nuestra Señora llamada «La Bendita», no muy lejos del convento.
Enamoradísimo de la celestial Madre, pasaba largas horas en oración ante la imagen de María; muchas veces fue visto arrobado en dulcísimos éxtasis.
Dotado de espíritu profético, predijo muchas cosas que luego se cumplieron, entre ellas la curación o la muerte de personas enfermas que recurrían a él. Estos y muchos otros hechos prodigiosos glorificaron la santidad del humilde hermano limosnero y cocinero, quien en su vida nada buscó, nada pidió, nada amó sino a Dios.
Era ya muy anciano y su cuerpo estaba desgastado por las prolongadas penitencias. En los últimos años tenía que ayudarse con el bastón para sostenerse en pie.
Finalmente vino la hermana muerte a invitarlo al reposo eterno. Siempre había vivido en el silencio y en la humildad y así su muerte fue rodeada de oración y de silencio. Una antigua pintura lo representa recostado en la dura estera, rodeado de sus cohermanos y de los fieles llorando. El rostro del moribundo está rodeado de una misteriosa luz, el gozo de los santos en el acto solemne de recibir el premio eterno. El Beato Jaime de Bitetto murió el 27 de abril de 1490. Tenía 90 años.
(fuente: www.vidasejemplares.org)
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