(314 p.c.) Sabemos muy poco sobre San Milcíades o Melquíades. La historia le recuerda sobre todo porque en su época terminó la era de las persecuciones y el emperador Constantino dio la paz a la Iglesia. Milcíades era originario de África, según se dice. Fue elegido para ocupar la cátedra pontificia el 2 de julio, probablemente el año 311. Después de la batalla de Puente Milvio, en la que Constantino derrotó a Majencio el 28 de octubre de 312, el victorioso emperador se dirigió a Roma. A principios del año 313, proclamó el edicto de tolerancia del cristianismo (y de todas las otras religiones) en el Imperio. Más tarde, concedió otros privilegios a la Iglesia y suprimió las condiciones de incapacidad legal que pesaban sobre los cristianos. Los cristianos que se hallaban en las prisiones y en las minas, fueron puestos en libertad. Celebraron la victoria de Cristo con himnos de alabanza a Dios y oraban noche y día para que aquella paz, que venía a poner término a diez años de violenta persecución, fuese durable.
La alegría de la Iglesia se vio ensombrecida por los primeros brotes del cisma donatista en África. La ocasión fue la elección de Ceciliano como obispo de Cartago, ya que los donatistas pretendían que su consagración era inválida, porque durante la persecución, Ceciliano había entregado los libros sagrados. (Los donatistas sostenían erróneamente que los sacramentos administrados por un ministro indigno son inválidos y que los pecadores no pueden ser miembros de la Iglesia.) A petición de Constantino, el Papa reunió un sínodo de obispos italianos y galos en Roma. Los obispos dictaminaron que la elección y consagración de Ceciliano habían sido válidas. San Agustín refiriéndose a la moderación con que procedió san Milcíades en ese asunto, le califica de hombre excelente, verdadero hijo de la paz y padre de los cristianos. La liturgia venera a este Pontífice como mártir, ya que, según dice el Martirologio Romano, sufrió mucho durante la persecución de Maximiano (antes de su elección al pontificado).
San Milcíades comprendió que la paz ofrecía a la Iglesia una gran oportunidad para convertir a los paganos y se regocijó de ese triunfo de la cruz de Cristo. Desgraciadamente, la prosperidad material introdujo en muchos casos en la Iglesia el espíritu mundano. La queja de Isaías hubiera podido repetirse con razón: "Has multiplicado la nación, pero no has aumentado su gozo." La persecución había mantenido vivo el verdadero espíritu religioso en los primeros tiempos de la Iglesia. En cambio, la prosperidad corrompió muchos corazones, por más que abundaban los ejemplos de la más alta santidad y era fácil encontrar ayuda en todas partes. Los honores temporales y la seguridad hicieron que el espíritu mundano fuese ganando terreno en muchos otros cristianos, que llegaron a convencerse de que podían servir al mismo tiempo a Dios y a Mamón. Los bienes materiales y la prosperidad son una bendición, pero también constituyen un peligro.
En el Líber Pontificalis hay un corto artículo sobre San Milcíades; pero hay en él muy pocos datos fidedignos. En la Hist. Eccles. de Eusebio hay una carta de Constantino a San Milcíades y dos cartas relacionadas con el asunto de Ceciliano; pero la cuestión del cisma donatista pertenece más bien a la historia general. A este propósito recomendamos las páginas de Palanque, en el vol. III de la Histoire de l'Eglise de Fliche y Martin. San Milcíades murió el 10 de enero: cf. CMH., pp. 34 y 428. Se dice que el santo fue sepultado en el cementerio de Calixto; véase sobre este punto a Leclercq, en DAC, vol. XI, cc. 1199-1203. Sobre el sínodo de Roma, cf. E. Caspar, en Zeitschrijt für Kirchengeschichte, vol. XLVI (1927), pp. 333-346. Acerca de los problemas de la era constantiniana, véase N. H. Baynes, Constantine the Great and the Christian Church (1929).
Vidas de los Santos de A. Butler
(fuente: www.catolicosalerta.com.ar)
otros santos 10 de diciembre:
- Santa Eulalia de Mérida
- Beato Marco Antonio Durando
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