Durante sus años de vida eremítica, maduró el proyecto de fundar un convento en que los monjes, totalmente retirados del mundo, se consagrasen a cantar incesantemente las divinas alabanzas; la abuela de san Guiberto, que se llamaba Gisla, contribuyó a la dotación de la fundación.
El primer abad fue un hombre de Dios, llamado Herluino. En cuanto el nuevo convento quedó organizado, San Guiberto se retiró a la abadía de Gorze, en la que tomó el hábito; así pudo librarse de las muestras de respeto que le prodigaban los monjes de Gembloux y evitar toda forma de complacencia.
El santo esperaba vivir en Gorze como el último de los monjes, olvidado de todos; pero pronto comprendió que era imposible interrumpir de golpe toda relación con Gembloux. Las tierras que había regalado a la abadía formaban parte de un feudo imperial y no faltaron quienes persuadieron al emperador Otón I de que Guiberto no tenía derecho a disponer de ellas.
El monarca convocó a Guiberto a la corte para que se justificase: tan bien supo el santo defender sus derechos, que Otón I confirmó por un documento la fundación de la abadía y, más tarde, le concedió grandes privilegios. Pero el documento imperial no bastó para que se dejase en paz a los monjes.
El conde de Namur, cuñado de san Guiberto, reclamó, en nombre de su esposa, las tierras de la abadía y confiscó las rentas. Así pues, san Guiberto tuvo que volver, durante algún tiempo, a Gembloux para defender sus derechos y proteger la abadía que había fundado. Aprovechó la ocasión para evangelizar la región y convirtió a muchos de los húngaros y eslavos que se habían establecido ahí, después de la invasión del año 954.
San Guiberto pasó los últimos años de su vida en Gorze, donde sufrió una dolorosa enfermedad. Murió a los setenta años de edad, el 23 de mayo de 962. Su tumba se vio honrada con numerosos milagros.
(fuente: www.catolitel.mx)
otros santos 23 de mayo:
- Beato Juan de Prado
- San Juan Bautista de Rossi
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